Como todas las semanas traen temas que concentran toda la atención, las escandalosas dietas de l@s parlamentari@s siguen pasando inadvertidas. Es hora de entrar en serio en el tema, y no a medias, porque nadie que esté en el servicio público puede ganar el equivalente a 38 veces el salario mínimo.
La urgente rebaja de las dietas parlamentarias del escándalo
Por Edison Ortiz
El ritmo de la semana estuvo marcado por los magros resultados de la consulta ciudadana de la ex Concertación, los escándalos de la Lista del Pueblo que no se detienen, el paso a fase 4 en la Región Metropolitana y su consecuente amenaza de aumento de la pandemia, la inscripción de candidaturas presidenciales y el rechazo a las de Diego Ancalao y Gino Lorenzini. También repica en la preocupación de much@s, el predecible aumento del déficit fiscal que dejará esta administración, al negarse a aumentar la recaudación de los más ricos.
En medio de todo ello y de la crisis política e institucional que nos sacude, pasó inadvertido el necesario cuestionamiento a la excesiva dieta de nuestros parlamentarios que debe ser una de las más altas del planeta y que constituye una afrenta al sueldo promedio de cualquier chileno y, más aún, una verdadera burla a quienes ganan el sueldo mínimo.
Un estudio elaborado por la propia Biblioteca del Congreso el año pasado concluyó que el sueldo promedio de nuestros legisladores es el más alto de la OCDE – donde sí hay países desarrollados de verdad – y 38 veces superior a un sueldo mínimo: casi $ 13 millones sin contar los gastos en asesorías y de libre disposición que replican el modelo que ya nos cansó: el del Chile de la desigualdad (ver https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/27984/1/BCN_Dietas_y_asignaciones_parlamentarias_comparado_1_.pdf).
La gravedad de lo anterior corre en paralelo a un efecto colateral del mismo: la corrupción desatada que ello genera debido a esos altos ingresos, un fenómeno del que nadie en el Parlamento está libre, cualquiera sea su extracción social.
Como se sabe, en la Constitución de 1980 las dietas se equipararon con la de ministros de Estado y bajo el gobierno de Ricardo Lagos –cuando se repartían ingresos a funcionarios públicos en sobres, a diestra y siniestra, lo que en estricto rigor eran “coimas”- las dietas de los parlamentarios subieron hasta llegar a ser de las más altas del planeta.
El país ha ido avanzando lentamente en poner límite a la reelección de parlamentarios y esperamos alguna vez llegar al ideal: que nadie pueda ocupar el cargo más de un período legislativo, como ocurre en algunos países con los que siempre nos queremos comparar en otros ámbitos. Y dado que a l@s componentes del Parlamento los venció la desidia a la hora de detener el escándalo de sus dietas, se hace necesario que la Convención Constitucional dejé estipulado en la nueva Constitución unas dietas con múltiplos razonables, por ejemplo con tope de diez, con base en el ingreso mínimo mensual de los trabajadores y evitar así que nadie opte al cargo como un camino fácil para enriquecerse.
Lo mismo se puede esperar respecto de limitar los recursos destinados a personal de apoyo y asesorías, tema que levantó en nuestra edición pasada la convencional Gloria Alvarado. Porque si alguien ha querido escandalizarse con las asignaciones para equipos de apoyo a l@s convencionales, equivalente a 40 UTM, algo más de 2 millones de pesos, reserve adrenalina para el monto destinado a asesorías y equipos de parlamentarios: 12 millones mensuales para senadores y sobre 6 millones para diputados.
Es un debate justo y necesario que debemos darnos en medio del festival de promesas que acompañaran a estas campañas.
1 comentario en “Parar el escándalo de las dietas parlamentarias”
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