Perspectiva histórica en tiempos distópicos

Muchos de los problemas que enfrentamos no son de fácil solución, pero tampoco lo fueron en el pasado. No podemos idealizarlo y pensar que volver a las tradiciones es la solución para todo, porque hay muchos avances que han hecho a nuestra sociedad mejor. Es indudable que también hay cosas que han evolucionado para peor, pero también lo es nuestra capacidad para resolver los problemas que surgen.

A.C. Mercado-Harvey

Entramos al año 2024 y no es precisamente el cuento de ciencia ficción que muchos escritores predijeron. Sin embargo, hay elementos imaginados que sí están ocurriendo. Si vemos un capítulo de los dibujos animados Los supersónicos (The Jetsons, 1962), hay varias cosas anticipadas allí que hoy existen: limpiadora robot, telemedicina, videollamadas, etc. Los autos voladores, aún no en funcionamiento, ya fueron inventados y han hecho vuelos de prueba. Los que son dirigidos por inteligencia artificial aún están siendo testeados y no están disponibles tampoco. Los vehículos eléctricos son una realidad y su uso va en aumento. La inteligencia artificial avanza a pasos que dan miedo y sus mismos creadores han llamado a pausar su avance. Todavía no estamos en la era de Terminator (1984), pero hoy es posible ver cómo eso podría hacerse realidad.

La espeluznante escena de 2001, la odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick en los 60 hoy nos parece totalmente real: Dave pidiéndole a la máquina que lo deje entrar y ésta negándole el ingreso, lo que significa una muerte segura en el espacio. Hoy tenemos a Siri controlando nuestros televisores, teléfonos y relojes. La IA también está teniendo un impacto en la educación de nuestros hijos debido a Chat GPT. Hoy en día no es necesario el antiguo torpedo para copiar en una prueba, es solo poner la tarea en Chat GPT y listo, la IA hace la tarea por nosotros. Nuestro cerebro se puede guardar para otras cosas, porque ya tenemos máquinas que pueden desarrollar ideas y algunos predicen que pronto podrán pensar por sí mismas.

En muchos sentidos el futuro llegó, mucho de lo imaginado ya está ocurriendo. Sin embargo, como muchas obras de ciencia ficción, este presente futurista parece una distopía. Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury está más presente que nunca en un país como Estados Unidos. Para quienes no hayan leído el famoso libro, éste trata sobre un bombero que en vez de apagar incendios debe comenzarlos con el propósito de quemar libros. Si bien esta historia fue escrita a la luz de lo que hicieron los nazis en Alemania, tiene conexiones con nuestro presente. En Estados Unidos hoy hay estados, como Florida y Texas, controlados por republicanos, en los cuales hay prohibición de lectura de libros en escuelas y en universidades; cualquier libro que se refiera a alguna forma de diversidad sexual, represión de minorías raciales, etc. ha sido prohibido. Las bibliotecarias de instituciones públicas han tenido que llegar al punto de cubrir estanterías que tienen ese tipo de libros. Hay muchos países alrededor del mundo con autocracias (Hungría, Rusia, etc.) y teocracias (Irán, Arabia Saudita, etc.) en las que hay prohibición de leer ciertos libros, pero que eso ocurra en la democracia más antigua del mundo es francamente alarmante.

Otra distopía famosa que está ocurriendo en los Estados Unidos es El cuento de la criada (Handmaid’s Tale, 1985) de Margaret Atwood. Para las que no la han leído es la historia de un futuro distópico en el país norteamericano. En ese futuro algunas mujeres han perdido la capacidad de engendrar hijos y una teocracia gobernante obliga a mujeres fértiles a engendrar y entregar a hijos de hombres poderosos que las violan para que tengan a sus críos. Las mujeres que no son escogidas como criadas de engendramiento son prostituidas. La distopía está centrada en la falta de control de las mujeres sobre sus propios cuerpos debido al fanatismo religioso cristiano. Esa distopía ya es una realidad en los Estados Unidos gracias al revocamiento del fallo de la Corte Suprema Roe vs. Wade, que había legalizado el aborto en 1973. Sin embargo, no es todo. Lo más reciente fue un fallo de la Corte Suprema del estado de Alabama que declaró que los embriones son personas. Esto tiene la consecuencia de poner en riesgo la fertilización in vitro, debido a que, para hacer esa inseminación artificial, es necesario matar embriones que no logran ser fecundados. Esta decisión es altamente impopular (al igual que la prohibición del aborto) y los republicanos lo saben. Esa es la razón por la cual hasta Trump salió a decir que estaba a favor de la fertilización in vitro. Dado esto, uno debería pensar que cualquier iniciativa en el Congreso que intente proteger el procedimiento, sería aprobada. Pero no, los demócratas intentaron impulsar una ley de protección a la fertilización in vitro y los republicanos la rechazaron de inmediato. Las consecuencias de la revocación de Roe vs Wade, que garantizaba el derecho al aborto, han abierto una caja de pandora o un avispero que parece ir en la dirección extrema de declarar hasta los espermios como seres vivos. Ni Margaret Atwood se imaginó tal distopía.

Ninguna distopía ha tenido más impacto que 1984 (1949)del británico George Orwell. Para los que no han leído esta obra maestra de la ciencia ficción distópica, allí se narra la historia de Winston Smith, que trabaja para el Ministerio de la Verdad y que debe reescribir la historia. En medio de ese cometido, Smith se da cuenta de la manipulación del gobierno. Uno de los elementos principales de la novela que hoy se ha hecho realidad es la hipervigilancia que vivimos. Esto que se llama en la cultura popular de orwelliano o el Gran Hermano (personaje omnipresente en 1984) ya es una realidad hace tiempo. Y no me refiero al popular reality show, sino a la realidad de la hipervigilancia que vivimos. China lo ha llevado al extremo de tener a la población controlada con biometría. Identificar a un ladrón nunca fue más fácil. Esto se vio claramente durante la pandemia, cuando China tuvo a millones de personas encerradas sin posibilidad alguna de salir. Muchos países vivieron el encierro a diferentes niveles. Casos extremos como los de China, Australia o Argentina no fueron los más comunes. Chile dentro de todo tomó medidas con más sentido práctico y logró altísimas tasas de vacunación. Estados Unidos, por el contrario, tuvo pocos estados con muchas restricciones, como el caso de California, y en su mayoría actuaron como Texas o Florida, donde hubo un mínimo de restricciones y poca población vacunada.

 La hipervigilancia del estado es un problema que vemos hoy en diversos puntos del planeta. Chile lidia hoy con mayores niveles de delincuencia y crimen organizado que en el pasado. En las encuestas aparece mayor disposición a la idea de transar libertades por seguridad. Personajes populistas como Bukele ganan popularidad por sus medidas para combatir el crimen, encarcelando personas de modo indiscriminado. Eso ha disminuido la criminalidad, a costa de muchas denuncias por violaciones a los derechos humanos.

En el ámbito político también parecen haberse cumplido algunas distopías que predecían la farandulización de la política, como es el caso de Los juegos del hambre (The Hunger games, 2008). Los políticos-celebridades no son algo nuevo, pero sí se han multiplicado por el mundo. Silvio Berlusconi fue el primer mandatario-empresario que era una celebridad en Italia cuando fue electo. Berlusconi era dueño de medios de comunicación y eso tuvo un impacto. Sin embargo, ese fenómeno italiano no se repitió hasta Trump en 2016, lo cual comenzó una verdadera ola de presidentes populistas de derecha en el mundo. Lo siguieron Bolsonaro en Brasil, Bukele en El Salvador y ahora Javier Millei en Argentina. Sin ir más lejos este fin de semana en CPAC (una convención de activistas de ultra derecha) estuvieron reunidos Trump, Bukele y Millei. Estos tres no solo son líderes que venden humo, sino que son figuras mediáticas y dos de ellos (Trump y Millei) fueron figuras televisivas antes de entrar a la política.

Asociado a todo esto está la desinformación y la manipulación de masas. La entrada de redes sociales, fake news y otros medios que han facilitado la propagación de mentiras en vez de información ha sido facilitada por la masividad de la Internet. Esto ya había sido anticipado en distopías desde 1984 en adelante, pero Philip K. Dick perfeccionó este arte en varias de sus novelas. Esa es una de las razones que también explica la elección de líderes populistas como los antes mencionados: Trump, Bolsonaro, Bukele y Millei.

Otro de los fenómenos que ha facilitado este ambiente “apocalíptico” en el mundo es el cambio climático. En Chile bien sabemos lo que puede ocurrir por causa de las condiciones de calor seco extremo y sequía. El mes pasado tuvimos el incendio con las peores consecuencias de la historia en la Región de Valparaíso con más de 100 muertos y gran cantidad de viviendas siniestradas. La semana pasada se quemaron cerca de cuatro millones de metros cuadrados en Texas, aún con focos activos. El año pasado hubo un horrible incendio en Maui, Hawái que dejó 101 personas muertas y más de 2.000 propiedades dañadas. En Europa esto también ha ocurrido en países como Portugal, España y Francia, por nombrar algunos.

Las tormentas con más de tres metros de nieve, vientos huracanados y otros fenómenos inusuales están ocurriendo con más frecuencia. Ni decir huracanes que antes eran eventos frecuentes, pero de baja intensidad, hoy son de categorías 4 y 5 de modo habitual, y se ha planteado la necesidad de definir una categoría 6. Todos estos fenómenos climáticos extremos dan la apariencia de crisis constantes.

Entonces, la pregunta es ¿son excepcionales, estamos frente a cosas nunca antes vistas o es solo que hoy tenemos la información con una accesibilidad nunca antes vista? Esa es precisamente la clave del asunto: la combinación de cosas. En el pasado hubo fenómenos mucho peores que los que vemos en la actualidad. El asunto es que no teníamos la información en la palma de nuestras manos. Vamos a pensar, por ejemplo, en el fenómeno pandemia. ¿Se había visto algo así de mortal en el pasado? Por supuesto, la peste negra medieval mató a un tercio de la población de Europa, que era la parte del mundo occidental más poblada y avanzada de la época. Y no es solo esa peste, sino muchas otras que ocurrieron en diferentes épocas. Lo que provocó sorpresa en esta última de 2020 fue la poca capacidad para salvar vidas en un mundo supuestamente tan avanzado y tecnológico. Al parecer, muchos han olvidado que la mortalidad no se ha erradicado, ni con todos los avances científicos del mundo.

Otra cosa que hemos olvidado es que la cantidad de muertes violentas ha disminuido a cifras nunca antes vistas en el pasado. Cualquier historiador sabe que las muertes por armas de cualquier tipo han disminuido en términos porcentuales. Las personas en el pasado vivían mucho menos, la mortalidad infantil era pan de cada día y la pobreza era la norma; no la excepción.

Los escritores de ciencia ficción distópica, ¿tenían una bola de cristal para adivinar el futuro o es todo pura coincidencia? Ninguna de las dos, estos escritores han tomado problemas de la humanidad en la época que vivieron y los imaginaron en extremo en un ambiente de futuro. Es el caso de Orwell o Bradbury que escribieron después del horror de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.

La falta de perspectiva histórica nos ha llevado a pensar que la ciencia y la tecnología deberían haber curado la mayoría de las enfermedades, que la muerte tendría que haber sido erradicada y que la pobreza ya no debiese existir. Eso no nos permite ver que hemos avanzado mucho en relación al pasado, pero que los problemas que han atormentado siempre al ser humano no han sido resueltos. No es ninguna novedad lo que digo, hay muchos filósofos que han observado esto: la naturaleza humana no cambia, solo cambiamos de época. Esa es la misma máxima de la que se han valido todos los escritores de ciencia ficción distópica que he nombrado. Imaginar un futuro en que nuestros problemas del presente sean extremos es una buena herramienta para pensar en cómo evolucionamos como humanidad. Sin duda, muchos de los problemas que enfrentamos no son de fácil solución, pero tampoco lo fueron en el pasado. No podemos idealizarlo y pensar que volver a las tradiciones es la solución para todo, porque hay muchos avances que han hecho a nuestra sociedad mejor. Es indudable que también hay cosas que han evolucionado para peor, pero también lo es nuestra capacidad para resolver los problemas que surgen.

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