Recuperar la educación en ciudadanía, eje fundamental de un nuevo currículum educativo

La propuesta de currículum quiere recuperar el retroceso experimentado desde 1998 cuando se reemplazó la asignatura de Educación Cívica por la Formación Ciudadana con objetivos fundamentales transversales. Tal transversalización si bien tuvo un propósito ciudadano tuvo un efecto regresivo en el fortalecimiento de la construcción de ciudadanía activa.

“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”, Ryszard Kapuściński.

Por Edison Ortiz

La nueva propuesta de actualización del currículum de 1° Básico a 2° Medio no solo viene a articular todo el sistema escolar desde el nivel preescolar hasta 4° Medio en un mismo propósito para el desarrollo de habilidades y aprendizajes, sino que, además, hace de la lectura y escritura un eje transversal de todas las asignaturas.

Imagen del lanzamiento de la nueva propuesta curricular. Créditos: www.mineduc.cl

También, entre las novedades más significativas de la propuesta está el rol fundamental asignado a la educación ciudadana que se transforma no solo en un eje visible de la asignatura de Historia y Geografía y Educación Ciudadana, sino que atraviesa transversalmente todo el currículum nacional en un contexto en el que abunda la circulación de información falsa, las llamadas fake news, las afirmaciones sin sustento empírico en el mundo virtual. La educación ciudadana se propone como un recurso para enfrentar esta realidad de redes sociales, en la cual la gente no distingue la verdad, tal cual como sucedió con la campaña mediática que se instaló sobre la propuesta de nueva constitución de 2022 y cuyo resultado fue el rechazo por una amplia mayoría.  

En ese sentido se viene a hacer justicia con un elemento clave en el fortalecimiento de la ciudadanía de una nación que, históricamente, como lo ha señalado el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, ha tenido una débil construcción.

También citando a Salazar y al historiador Julio Pinto, bajo esa óptica no resultó casual que la inserción de la educación cívica en el currículum nacional desde 1912 hubiese estado asociada fundamentalmente al fomento de la participación en el sistema político en un país que comenzaba a ampliar lentamente la participación política electoral.

Recintos de votación vacíos.

Tal proceso se consolidó hasta 1998 en que se reemplazó la asignatura de Educación Cívica por la Formación Ciudadana a través de Objetivos Fundamentales Transversales a lograr en todas las asignaturas y actividades de la trayectoria escolar y de los Objetivos Fundamentales en Historia, Geografía y Ciencias Sociales, Orientación, Filosofía y Psicología, relevando no solo conocimientos sino también habilidades y actitudes necesarias para la participación en una sociedad democrática.

Tal transversalización si bien tuvo un propósito ciudadano, esto es, fortalecer las instancias de participación en la sociedad civil, más allá de la mera participación política tuvo un efecto regresivo en el fortalecimiento de la construcción de ciudadanía activa. Recordar, por ejemplo, que ese año coincide con que 800. 000 electores, aún con inscripción y voto obligatorio dejan de asistir a las urnas. En paralelo, un año antes, Tomás Moulian publicó “Chile, anatomía de un mito” que hizo famosa la frase “Chile páramo del ciudadano, paraíso del consumidor”.

El proceso de déficit de ciudadanía se profundizó con el tiempo y se ahondó con la entrada en vigor en las elecciones municipales de 2012 de la inscripción automática y el voto voluntario que llevó a que en 2014 y 2018, votaran para la elección de presidentes menos del 50% del padrón habilitado.  

Esa crisis, que corrió en paralelo al de la institucionalidad  política, militar, judicial y económica, llevó a que, durante la administración de Michelle Bachelet II, se creara la comisión Engels que, entre otras medidas, propuso la instalación de Planes de Formación Ciudadana (PFC), situación que refrendó la ley 20.911 que entró en vigencia a partir de 2016   y que buscó fortalecer la participación ciudadana en las comunidades educativas pero que no revirtió el proceso de descomposición social que se apoderaba de la sociedad chilena.

El estallido social de 2019 vino a confirmar la crisis total de la institucionalidad vigente y de pasó revalidó la tesis sobre la violencia histórica y cíclica de nuestra sociedad que han enarbolado historiadores como Álvaro Jara, quien hace ya tres cuartos de siglo sentenció que “particularizando, una idea central nos ha guiado: las formas bélicas no pueden ser ajenas al devenir del resto de la realidad histórica”.

En 1980, en plena dictadura que se consolidaba, Mario Góngora en su clásica obra “Ensayo histórico sobre la noción de estado en Chile en los siglos XIX y XX, manifestó que “los ensayos sobre el Estado Nacional Chileno que he reunido en este volumen tuvieron su origen en los sentimientos de angustia y de preocupación de un chileno que ha vivido la década de 1970 a 1980, la más crítica y grave de nuestra historia. Esos sentimientos me han llevado a mirar y a reflexionar sobre la noción de Estado, tal como se ha dado en Chile, donde el Estado es la matriz de la nacionalidad: la nación no existiría sin el Estado, que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX el Estado Nacional Chileno”.

A su vez, Sergio Villalobos, revisaba el mito del orden portaliano y Proposiciones en su número 24 de 1994, publicaba el texto de Gabriel Salazar “Construcción de Estado en Chile. La historia reversa de la legitimidad” de gran impacto público pues allí se señalaba el “carácter violento de nuestra institucionalidad”. 

Nuestra historia violenta y la crisis de ciudadanía que se acrecentó en el mundo pospandemia, llevaron al estado de Chile, a la actualización curricular que ha propuesto el Ministerio de Educación lo que ha permitido visibilizar la educación ciudadana no solo como un eje fundamental de la asignatura de Historia y Geografía y Educación Ciudadana,  sino también del currículum que valoramos no solo como un reconocimiento a los déficits que vienen dándose desde 1998, sino, además, por la integralidad de la propuesta.

Sin embargo, creemos que pensar que es suficiente con la transformación del currículo para modificar el déficit de ciudadanía que corroe y amenaza nuestra democracia, es una utopía. Si no hay un esfuerzo integral en el sentido habermasiano que atraviese a la sociedad completa y que incluya a medios de comunicación, institucionalidad política y empresarial, sociedad civil, el esfuerzo será en vano.

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