Raúl Paredes Ríos, chef, gestor cultural, instructor de gastronomía en Región de los Lagos
Sin duda que los acontecimientos sociales y políticos recientes no ha dejado a nadie indiferente. La implementación de la convección constituyente encabezada por su presidenta Elisa Loncon es mucho más que una reivindicación icónica como algunas personas levemente informadas pueden pensar. Es más bien un despertar a que la cultura indígena siempre ha estado en nosotros sin querer darnos cuenta lo que nos hace distintos a lo que ocurre en países vecinos como Bolivia y Perú y gran parte de América Latina que no rescata patrimonio cultural porque ellos nunca lo han perdido.
Soy parte de una tercera generación, hulliche, urbana, que no quiere perder lo más preciado del aire, del verde y del agua, para difundir la riqueza cultural de la región de los Lagos, desde las tradiciones orales hacia lo escrito como un permanente testigo para el mundo, los viajeros y sus protagonistas; aquellos Hombres y mujeres que trabajan la tierra, el mar y sus recursos, con lluvia, frío y esfuerzos agotadores.
Desde mi formación profesional mi inquietud constante es que mas allá de los iconos, permanezca el entendimiento, el significado de cada elemento y su sentido en la visión de la vida, que puede convivir y adaptarse a lo actual sin tener motivo para esconderse ni temor a mezclarse. Eso es cultura viva que la encontramos en la vestimenta, colores accesorios y por supuesto también en los alimentos. Que importante es conocer y entender que nuestros pueblos originarios se alimentaban a través de plato único, de sobrevivencia con aplicación de técnicas de conservación usando el ingenio, la superación de problemas y, sobre todo, el trabajo colaborativo. Hay en esto un reflejo profundo de lo humano, como se puede ver en la calapurca en el norte, el umu en Rapa Nui o una chochoca en el sur de Chile. En este contexto, ante la realidad diaria de los habitantes de San Juan de la Costa, se dio vida a clases de cocina mapuche para jóvenes y adultos.
En alianza con el Municipio, organizaciones y con fondos concursables se elaboraron recetas tradicionales con ingrediente y puesta en valor; chochoca, pan, salteados, salsas, tartas y bombones rellenos con identidad local al merken, a la sal de mar, con maqui o murta no solo fueron degustados sino que fueron creciendo con el objetivo de dar paso del icono a la puesta en valor, desde lo simple, desde el origen y desde sus propios representantes.
Ante tan nobles resultados y sumada a la ausencia de textos que expresen resultados más que diagnósticos, nació también Sabores Ancestrales, texto que considera el trabajo de personas y comunidades considerando diversos aspectos de la vida diaria destacando por ejemplo a las hilanderas de huso y esa exquisita técnica de tejido que pervive, el trabajo de familias recolectoras de cochayuyo o a la señora Olga y la fineza de la artesanía en boqui, con la voluntad de organizarse de las tejedoras de Bahía Mansa, con los morteros de piedra y las recetas de cocina como el pebre de cochayuyo, el róbalo al pangue, el estofado y empanadas de loco. Platos que, por supuesto deben ser acompañados con unas deliciosas tortillas de rescoldo y luego reposadas con un café y galletas de avellanas para cerrar una grata y memorable experiencia.
Es de esperar que pasada la pandemia podamos retomar el trabajo realizado, para apoyar también en otras comunidades con la intención de contribuir a la formación cultural desde los niños para lograr en un futuro cercano a que cada vez menos personas estén levemente informadas y solo se queden en lo icónico sin considerar el trasfondo cultural que en el Chile de ayer no nos atrevíamos a mostrar.