Olvidar es peligroso, no solo porque nos condena a repetir los errores del pasado, sino porque permite relativizar las cosas, que es precisamente lo que ocurre hoy en nuestra sociedad. Si hipotecamos nuestra libertad por seguridad, no tengan duda que tarde o temprano lo estaremos lamentando.
A.C. Mercado-Harvey
Cualquiera que siga las noticias hoy pensaría que está en un país diferente al de 2019. Es como si la pandemia hubiese alterado algo mucho más allá de niños en clases desde sus casas, teletrabajo, etc. Hoy la sociedad chilena no está enfocada, con la misma intensidad, en lo que le preocupaba durante el estallido social. Aún se habla de pensiones, sueldos bajos, nueva Constitución etc., pero todo eso parece haber quedado en el quemador trasero de la cocina. Lo que está en los quemadores de enfrente son la delincuencia y el narcotráfico. ¿Eso significa que estos problemas no existían en 2019? No, esos problemas sí existían y en números bastante similares a los actuales.
Donde el péndulo ha pegado en la dirección opuesta es en la percepción de la ciudadanía respecto a las fuerzas policiales. Si durante el estallido social llegaron a sus mayores números de desaprobación, ahora parecen estar en los más altos. ¿Qué pasó en menos de 4 años? Muchas cosas, entre otras: 2 años de encierro, cierre de fronteras, lo que aumentó la inmigración ilegal. Eso generó un mayor hacinamiento en el norte del país, lo que provoca pobreza y, por tanto, se elevan las tasas de crimen. Esto también permitió la llegada de bandas internacionales, cuyos cabecillas pudieron entrar sin pasar por los controles habituales. Aunque algunos sí lo hicieron por conductos regulares, ya que hay países que no comparten los prontuarios de sus ciudadanos, como está ocurriendo con Venezuela, que, además bajo el régimen de Maduro, ha vaciado sus cárceles.
El asesinato de la sargento de Carabineros Rita Olivares en Quilpué marca un momento en el que las fuerzas policiales están bien evaluadas por la ciudadanía. No hay casi nadie, en su sano juicio, que no rechace un acto como este. Del mismo modo en que, hace casi 4 años, pocos no se horrorizaban con los abusos y violaciones a los DD.HH. que protagonizaron las fuerzas policiales. En su momento, hubo condena transversal en casos como el de la actual senadora Campillay o el caso Gatica, por nombrar los dos más visibles. Los que ayer eran los villanos, hoy son los héroes. Cualquiera pensaría que somos una sociedad bipolar. Pero lo cierto es que somos una sociedad con gran desmemoria. En el ámbito de la psicología y la psiquiatría esto se considera síntoma de trauma o estrés postraumático. Tal vez, estemos en un estado de estrés postraumático pospandémico. Ver todos los días un tablero que contaba las muertes de quienes morían de Covid produjo estrés, del mismo modo que hace 50 años pasábamos por el mayor trauma de nuestra historia con la dictadura militar, en la cual también murieron miles de personas en el curso de 17 años. No lidiar con estos traumas produce desmemoria y nuestra sociedad está mostrando los síntomas de ello.
Eso explica bien que personeros de la derecha digan con toda soltura de cuerpo que si Carabineros cometió violaciones a los DD.HH. durante el estallido social fue porque estaban siendo atacados. Esto lo dijo Evelyn Matthei, primera en las encuestas de opinión como presidenciable, hija del general Matthei, parte de la junta militar que asesinó a miles de chilen@s. La derecha ni siquiera es original, esgrime los mismos argumentos que tuvo durante la dictadura: en esa época estábamos en “guerra” conta el comunismo. Hoy es contra el narcotráfico, la inmigración ilegal, etc.
El punto es que la derecha en Chile y el resto del mundo, es quien mejor explota un sentimiento básico de los seres humanos: el miedo. Hace 50 años era el miedo a ser un país comunista; hoy a ser un país narcoestado. Lo cierto es que Chile no estuvo ni cerca de llegar a ser un país comunista ni tampoco lo está hoy de ser un narcoestado. Hace 50 años Chile fue una ficha más en el juego de la Guerra Fría, además de tener un gobierno socialista que no supo mantener a sus filas en orden. Hoy Chile tiene un aumento en el crimen organizado, las bandas narco han endurecido sus tácticas, pero el país no está ni cerca de las realidades que se viven en todos los países vecinos. Repito, en todos los países vecinos. Chile está rodeado de países con índices de criminalidad muy por encima del nuestro. ¿Ese es motivo para no hacer nada y quedarnos como estamos? No, hay que tomar medidas, lo cual está sucediendo, tanto por parte del gobierno, que ha hecho cosas concretas para mejorar la situación de Carabineros, asunto que no hizo la administración anterior, como por el Congreso, que está en un proceso exprés de aprobación de leyes que ataquen al crimen organizado.
Seguridad a cambio de libertad
El problema es que no cunda el pánico y entreguemos nuestra libertad a cambio de seguridad. Esa ecuación es siempre arriesgada y peligrosa. Miremos lo que ocurre en Estados Unidos, donde el discurso del miedo al crimen ha azuzado a una enorme industria de armamentos, que es hoy la causa número uno de muerte de menores de edad en ese país. No hay control ninguno de armas y, por ese motivo, los tiroteos en escuelas son la mayor causa de deceso de niñ@s en ese país. El breve movimiento Defund the Police (quitarle financiamiento a la policía) fue fugaz en un país derechizado, donde los republicanos lograron usar eso a su favor en elecciones. Hoy nadie habla de ese malogrado eslogan, que tomaba cuenta de una realidad igualmente cruenta: la cantidad de afroamericanos que mueren a causa de la violencia policial, en total impunidad.
En Chile vamos en esa dirección si se aprueban varias leyes que van en el sentido de darle mayores atribuciones a las fuerzas policiales en el uso de sus armas de fuego. ¿Por qué enfocarnos en esto en vez de hacer cambios más que necesarios en el sistema judicial? Porque eso es mucho más difícil de hacer y no funciona tan bien como eslogan rápido; con todo, algunas de las leyes que está aprobando el Congreso van en esa dirección. ¿Por qué no enfocarse en expulsar a extranjeros que delinquen? Porque eso sale muy caro y es un proceso difícil de llevar a cabo. Entonces, nos vamos por lo fácil que es dar atribuciones a las policías, sin entrenamiento extra, sin mayores capacitaciones en el uso de la fuerza, etc.
Lo mismo con los narcos. El gobierno acaba de pasar una ley que va detrás del patrimonio de estas bandas criminales, pero ¿qué es lo que vemos en las noticias? Demoliciones de casas narcos por parte del alcalde Carter, quien de modo obsceno está explotando esto al ir al funeral de la carabinera de Quilpué. Es otro que se perfila en las encuestas como presidenciable y que, está claro, su único norte es la presidencia de la república; no el bien de nadie.
Los medios de comunicación también tienen parte en esto. Hoy vemos a comunicadores como Juan Manuel Astorga afirmando que ¿no se arrepentirán los que aplaudían al perro “matapacos”? Eso es hacer uso de la desmemoria y mezclar peras con melones. Por un lado, se hace un seguimiento morboso del funeral de la carabinera asesinada y, por otro, se calla el aniversario de la muerte de los degollados de 1985, ocurrida el mismo día del entierro de la carabinera, un 28 de marzo, pero hace 38 años.
Para quienes no tienen edad para recordar, ese fue el asesinato de 3 profesionales, uno de ellos trabajador de la Vicaría de la Solidaridad, que proveía ayuda legal a quienes intentaban liberar a personas que eran detenidas por motivos políticos. Ese asesinato, en las postrimerías de la dictadura, fue realizado por Carabineros de Chile, misma institución que hoy está en lo más alto de la opinión pública. Es obvio que esa fuerza policial no es la de hoy, pero, hasta hace poco, algunos de sus altos mandos sí estuvieron involucrados en violaciones de los DD.HH., y ni qué decir de su papel en ese verdadero robo del siglo que hicieron hace pocos años con las platas reservadas. Tampoco se ha aclarado todo lo sucedido durante el estallido social y aún hay causas en curso. No olvidemos que el 27 de marzo la fiscal Chong finalmente pudo interrogar (después de 6 meses de dilaciones) al director general de Carabineros, Ricardo Yáñez, por presunto delito de omisión en apremios ilegítimos. El director general guardó silencio durante el interrogatorio.
La derecha hoy como ayer ha sacado un gran provecho de la desmemoria, tanto de la dictadura como del estallido social, con una especie de cortina de humo en la que nos intenta convencer que lo que vimos no ocurrió o no fue tan grave. La misma táctica que llevan empleando por 40 y tantos años, la poderosa táctica de explotar el miedo. En otra época fue al comunismo; hoy es a la delincuencia.
No a las atribuciones especiales
Tengo claro que lo que digo puede ser impopular para la mayoría de la opinión pública. Sin embargo, la realidad no es blanca y negra, sino gris. ¿Es necesario hacer algo frente a la delincuencia? Por supuesto. ¿Eso implica entregarles atribuciones especiales a las fuerzas policiales? No, necesariamente. En Estados Unidos, esto ha sido un absoluto fracaso, lo mismo que tener sentencias draconianas. No cabe duda que algunas de las leyes que se han aprobado van en la dirección correcta: penas más graves contra el delito de sicariato y de secuestro, contra quienes maten a policías, ir detrás del patrimonio del crimen organizado, etc. Dejar que los policías disparen a matar con impunidad no es una medida que haya probado ser efectiva en ningún lado. El fuego no se combate con más fuego, sino con agua. Hay que ser racionales y ver qué medidas han funcionado en países con baja criminalidad como los países escandinavos y europeos. Sin duda, la menor brecha económica entre ricos y pobres es un factor, como también lo es la verdadera rehabilitación en las cárceles.
Aunque nos parezca una locura, en países como Islandia (el que tiene menos crimen en el mundo) cuenta con una de las policías mejor entrenadas del planeta, pero no portan armas de fuego, solo lumas y gas pimienta. Algo similar ocurre en Nueva Zelandia. Esas son realidades bastante alejadas de la nuestra. Un país más cercano a nuestra cultura es Portugal, el sexto país más seguro del mundo. Allí la policía sí va armada y su presencia en áreas con crimen ha disminuido las tasas. Sin embargo, expertos señalan que es la baja tasa de desempleo y la estabilidad económica, desde el retorno a la democracia en 1974, los factores claves. Este es un modelo a seguir también, porque es un país que tuvo una espantosa dictadura de casi 40 años, y se ha hecho un gran esfuerzo por mantener viva la memoria del pasado dictatorial, razón por la cual Portugal no ha sufrido del extremismo de derecha que ha invadido a muchos países europeos. Solo su desmemoria como el mayor país esclavista de la historia le ha causado problemas en términos de su igualdad racial.
El énfasis que pongo en la memoria no es algo menor. En un país con mayor conciencia del pasado no podríamos tener a la hija de un general de una sangrienta dictadura, aún activa en política, afirmando que la policía se defendió cuando violaba los derechos humanos de personas que salieron a protestar. La derecha ha vendido muy bien el cuento de que están por el orden y que apoyan a las policías, cuando la realidad de las cifras difiere. El general Yáñez no dice que se siente apoyado por el gobierno de Boric porque sea pro izquierda, sino porque sabe que esta administración, y no la anterior de derecha, los ha dotado de más carros policiales y de recursos que necesitan para hacer bien su trabajo. Esas son las medidas que van en la dirección correcta; no una ley que le da a la policía carta blanca para matar en impunidad.
Olvidar es peligroso, no solo porque nos condena a repetir los errores del pasado, sino porque permite relativizar las cosas, que es precisamente lo que ocurre hoy en nuestra sociedad. Si hipotecamos nuestra libertad por seguridad, no tengan duda que tarde o temprano lo estaremos lamentando. No por nada, Benjamín Franklin dijo en el siglo XVIII: “He who would trade liberty for temporary security, deserves neither liberty nor security” (aquel que cambie seguridad temporal por libertad, no merece ni libertad ni seguridad).
2 comentarios en “Sacar provecho de la desmemoria”
Obviamente su mirada se encuentra empañada por la doctrina que profesa; pero debemos ser mas profúndo en como se orquestó este quiebre social, nacido desde las cenizas del PC y sus aliados al crear un sistema de justicia permeable, que con el tiempo permitió destruir muchas instituciones en lo moral y valido la delincuencia como medio de revolucionario.
Quedarnos en el pasado no aporta nada, peor empequeñece la mirada de un mejor país, donde puedan vivir moros y cristianos.
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