Siete datos sobre Jesús histórico

Por equipo de El Regionalista

Cómo era la vida en la Galilea de Jesús

En los principales centros urbanos, Tiberíades y Séforis, vivían unas 20 mil personas. La mayor parte de la población vivía en la pobreza, principalmente de la artesanía y la agricultura y un porcentaje no despreciable era indigente. Nazaret tenía no más de 400 habitantes, muchos de los cuales vivían en cuevas. Un 60% de la población moría antes de los 16 años, afectados principalmente por malaria y tuberculosis.

A la dificultad de sacarle rendimiento a una tierra de difícil rendimiento, se sumaban los tributos. Entre lo que se pagaba al César de Roma, a los reyes locales y la fracción para sacerdotes y levitas, que no disponían de tierras, probablemente los judíos completaban un tercio de lo que cosechaban o producían. El trabajo sucio de cobrar los impuestos lo hacían los “publicanos”, al servicio de los señores que acumulaban lo recaudado, por encargo del César o de las autoridades territoriales.

¿Nació en Belén?

Hay indicios de que nació en Nazaret, razón por la que se le conocía como Jesús de Nazaret, en un tiempo en el que la procedencia de una persona era tan importante como para quedar en su identidad. Sin embargo, los evangelios que hablan de la infancia de Jesús señalan que habría nacido en Belén para ser fieles al profeta Miqueas, quien 800 años antes había anunciado el nacimiento en ese pueblo y no en Nazaret.

¿Tenía hermanos Jesús?

Muy probablemente. En el evangelio de Marcos vecinos de Nazaret preguntan “¿no están sus hermanos aquí con nosotros?”, lo que algunos interpretan como una metáfora, asumiendo que no tuvo familia. Pero las investigaciones señalan que lo más seguro es que tuvo hermanos (quizás Santiago, José, Judas y Simón) pero también hermanas, aunque estas no aparecen mencionadas por la escasa importancia que se daba entonces a la mujer. Esta conclusión nace del valor de la familia en la cultura judía, un núcleo patriarcal que se extendía a hermanos ya casados, tíos, abuelos, que se ayudaban en la vida cotidiana y el trabajo, por ejemplo.

Nadie es profeta en su tierra

Cuando Jesús empezó a deambular por los poblados de Galilea, sin oficio y haciendo curaciones, su familia se avergonzó a tal punto que quiso traerlo de vuelta a casa, convencida que no estaba en sus cabales. De allí su expresión que recoge el evangelista Marcos: “ningún profeta carece de honor más que en su tierra, entre sus parientes y en su propia casa”.

¿Curó Jesús a leprosos?

Lo primero que cabe decir es que, para las condiciones de la época, padecer una enfermedad significaba mucho más que una dolencia individual con impacto en el núcleo familiar. En muchos casos, una persona enferma perdía completamente capacidades y estaba condenada a la mendicidad y la miseria. Los “leprosos” padecían más gravemente su mal, puesto que su manifestación física ocasionaba repulsión. Pero todo indica que estos enfermos, lo que en realidad sufrían eran eccemas, soriasis, tiña o tumores, considerando que en los vestigios encontrados de la época en la antigua Palestina no se ha pesquisado la lepra. Sin embargo, para los afectados la aparición de este profeta implicaba bastante más que una respuesta a su mal físico, sino que también la sanación espiritual que venía de la mano de una forma de reincorporación a la comunidad que los había rechazado y excluido.

La industria de la curación

En el tiempo de Jesús, abundaban las personas que sanaban, la mayor parte con ejercicios que se situaban en algún punto entre la magia y la medicina. El mismo Jesús utilizaba prácticas próximas a las de los curadores contemporáneos a él, como la imposición de manos, tocar con su saliva o posar su dedo en el oído de un sordo, por ejemplo. El influjo de la medicina griega se notaba mucho en los centros urbanos. Su importancia se reflejó, por ejemplo, en la obra de uno de sus exponentes, Celso, también coetáneo de Jesús, quien escribió un conocido tratado médico solo 20 años antes de la presente era.

El hecho es que los que podían permitírselo, o sea muy pocos, peregrinaban a los templos de sanación, bastante lejanos de Galilea, donde se atendía a enfermos, asumiendo el alto costo del transporte y, más aún, el de las ofrendas que debían hacer para recibir atención médica. Los honorarios de los médicos, entonces como ahora, al menos en esta parte del mundo, también eran muy elevados. Para la gente de las aldeas, en cambio, estos recursos estaban muy lejos. Jesús, en cambio, atendía gratuitamente, y no solo buscaba dar respuesta al mal de la persona, sino que intentaba acogerla, por lo que tenía gran arrastre en las aldeas campesinas donde no entraban los tratados y prácticas médicas griegas.

El monocultivo, malhechor también entonces

Las ciudades mencionadas antes, Séforis y Tiberíadas, mandadas a construir por los señores de la época (el césar o monarcas locales) marcaron el preludio de la crisis de las familias, la desintegración, la descomposición social y la extrema pobreza de Galilea. Las investigaciones concluyen que la imposición de la moneda para pagar impuestos o solventar el comercio, el monocultivo desarrollado por grandes terratenientes para aprovechar economías de escala y la pérdida de tierras por endeudamiento, que obligó a las familias a migrar a las ciudades, estuvieron en la base del empobrecimiento creciente de la sociedad en tiempos de Jesús.