Por Rolando Cárdenas
El famoso dilema hamletiano se aplica muy bien a los momentos que vive hoy la política llena de opciones que representan alternativas opuestas.
Veamos algunos de estos dilemas que dejó el resultado del plebiscito del 17D. Algunos sostienen que hay una franja de sobre dos millones de electores que simplemente se oponen a todo y que iban a rechazar cualquier propuesta. Al contrario, otros analistas sostienen que hay un gran universo de votantes que no les interesa la política y que son personas más conservadoras y que se califican de centro, aun cuando hoy no hay una opción política que los represente.
Para La Moneda, este respiro implica o retomar la agenda, presentando sus propuestas de reforma en salud, tributaria, pensiones o, por el contrario, buscar acuerdos y lograr construir consensos con la oposición a lo menos en pensiones y algunas medidas contra la evasión y la elusión. Más no va a poder avanzar. No olvidemos que hoy la Cámara de Diputados aprobó la indicación para estabilizar el sistema de Isapres con el rechazo de parte del oficialismo. Otra manera de razonar sería atacar con las reformas ahora o dejamos que la derecha viva su duelo.
Hay cambio de gabinete ahora y el gobierno da una señal de que focalizará su gestión en los problemas urgentes de las personas o dejamos que todo lo adormezca el estío y en marzo se verá.
El oficialismo levantará liderazgos para la carrera presidencial y por tanto que jueguen un rol en las elecciones de este año o, como algunos añoran, vamos a Bachelet 3.
Con una economía estancada por largo tiempo y un desempleo de carácter estructural está la opción de avanzar con pragmatismo, priorizando la inversión o se consideran otras variables, por ejemplo, llegar a un acuerdo con SQM para la explotación del litio, lo que sería una señal potente, aunque muchos en el oficialismo resentirían esa decisión.
Un resultado que tiene una ventaja innegable de un sector, sobre otro puede tentar a algunos a endurecer posiciones y en ese caso será más compleja la construcción de una lista unitaria para los cargos unipersonales en las elecciones de octubre del 2024.
Pero, así como el oficialismo vive sus dilemas, la oposición tiene los suyos propios. Palabras más palabras menos, la noche de los cuchillos largos llegó a la derecha que tiene dos almas que se enfrentaran por la hegemonía del sector. Y si somos más finos en el análisis, hay tres grupos que se enfrentan, la derecha tradicional de Chile Vamos, los republicanos y la copia fruna de los libertarios argentinos que tiene como grandes lideres a Rojo Edwards y Axel Kaiser.
La derrota ha golpeado con fuerza a Kast y su partido, que además terminó dividido: es el sino de las fuerzas que han hegemonizado los procesos constituyentes y la derecha tradicional debe pactar con ellos o asumir el rechazo de los electores y avanzar hacía una opción que la acerque al centro. La ventaja de Matthei es que tiene respaldo electoral de votantes que estuvieron con ambas opciones, a diferencia de Kast a quien solo lo apoyan quienes estuvieron por el a favor o Tohá que tiene adhesiones de quienes sólo estuvieron por la opción en contra.
Sigamos con las disuyuntivas de la derecha: llegar a acuerdos con el gobierno para permitir pactar una o dos reformas sustantivas o seguir el camino insinuado por Muller y Pepa Hoffman de rechazar de plano cualquier propuesta de reforma.
Amarillos y demócratas, los grandes derrotados del plebiscito junto a Kast, ¿optarán por pactar con republicanos o sólo estarán disponibles para llegar a acuerdos electorales con Chile Vamos?
En resumen, el plebiscito del 17 de diciembre representa la culminación del fracaso de las élites políticas, para las cuales queda una pregunta: ¿tendrán la capacidad de asumir este fracaso y, como plantean Mayol y Lavín, avanzar en una tregua, un relato compartido y un nuevo pacto social para los desafíos de un país como Chile que tiene riquezas valiosas para el mundo hoy, pero que para mañana no sabemos?
El retraso de las decisiones adecuadas finalmente es pagado a larguísimo plazo por los grupos más vulnerables de una sociedad, razón por la cual, actuar con sentido de urgencia y focalizado en el buen común es un imperativo ético. Quienes nos gobiernan deben dejar el manual que tiene todas las respuestas de los actores sociales como si estos jugaran según lo dicta un marco teórico, y la oposición debe salir de un economicismo estrecho que solo ha restado posibilidades a las mayorías.
1 comentario en “To be or not to be”
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