Por Víctor León Donoso
Estamos a pocos días de una nueva Navidad, los centros comerciales están abarrotados de personas comprando de forma apresurada, los espacios públicos lucen adornados con motivos navideños, mientras en la Plaza de Armas de San Fernando sobresale un imponente árbol blanco de Navidad, iluminando la noche y brindando el escenario para muchos que se fotografían con él de fondo.
La celebración de la Navidad siempre ha estado muy ligada al estilo carnaval, siguiendo el trasfondo pagano de las Saturnales del Imperio Romano. Es más, la Navidad para Chile y Sudamérica está ubicada en el calendario en el solsticio de verano, por tanto, más ligado al espacio público, mientras para el hemisferio norte, en el solsticio de invierno, resultando entonces un festejo más íntimo y privado.
La tradición navideña, traída por los españoles e internalizada por la población mestiza desde el periodo colonial, se celebraba solo con las festividades religiosas, organizadas y financiadas por el Cabildo. Estas celebraciones incluían diversos tipos de representaciones, entre ellas el teatro, con representaciones propias del nacimiento de Cristo, protagonizadas muchas veces por prisioneros españoles. Comúnmente el pueblo no asistía a estas representaciones, sino que prefería la entretención en chinganas o ramadas. Además, se armaban pesebres en distintos lugares, en las iglesias, capillas y casas, que eran visitados de forma masiva por la población, lo que provocó que la autoridad eclesiástica de la época intentara prohibir su instalación.
El festejo religioso vs. la celebración popular
En las iglesias, la Nochebuena se caracterizaba por los estrepitosos ruidos generados por las matracas, gallinas, cerdos que eran llevados a los templos, mientras un niño era presentado para proclamar el nacimiento de Cristo.
Durante el siglo XIX, las celebraciones de la Navidad eran realizadas tanto por ricos como pobres, principalmente en las distintas plazas de armas de las ciudades. En ellas se conjugaba el espíritu religioso con el mundano, puesto que los festejos estaban también cargados a los desórdenes, lo que provocaba el reclamo de la élite en la prensa local. En estos excesos, lo que estimulaba más reclamos era el desmesurado consumo de alcohol. En las fondas y chinganas que se instalaban, se bebía, bailaba y cantaba hasta alta horas de la noche, luego de los oficios religiosos. Por lo anterior, el periódico La Razón de San Fernando, en 1888, afirmaba que la policía local prohibiría el festejo en la pila de la plaza a la gente del pueblo.
Navidad comunitaria en el mundo popular
Los desórdenes en los festejos navideños ocasionaron que la celebración sufriera a fines del siglo XIX una privatización de las prácticas, en especial de la élite. Las familias pudientes se refugiaban en sus elegantes hogares y la celebración navideña era con la familia y cercanos, mientras que en los distintos barrios obreros, ya en el siglo XX, se realizaban bailes o fiestas navideñas comunitarias, haciendo los festejos segregados.
En San Fernando, uno de los barrios que siempre congregó celebraciones fue la población obrera San Martín, donde el club Deportivo homónimo era el encargado de organizarlos. En 1956, la prensa local comentaba: “Estos bailes se efectuarán los días 24,25, 31 y 1 de enero, para lo cual se cuenta con un buen conjunto orquestal y un regio buffet a precios moderados, el cual estará atendido por simpáticas damas”.
Uno de los símbolos navideños en la actualidad, el árbol de Pascua, fue introducido como parte del ritual a mediados del siglo XX, de la mano de los europeos que llegaron al país, en especial al sector sur de Chile. En una primera instancia, eran instalados en las plazas públicas, lo que pudo apreciarse durante gran parte del siglo XX en distintas localidades. En 1958 el periódico La Región indicaba: “un gigantesco pino en la plaza de Armas ubicado frente a la Intendencia ilumina todo el costado de la calzada para que el pueblo celebre esa noche esta tradicional fiesta. En ese mismo sector, la Banda Instrumental del Regimiento Colchagua ofrecerá desde las 20 a las 24 horas una retreta con música clásica y popular”. Luego, a mediados del siglo XX, la clase alta llevó la tradición del árbol de Pascua al espacio privado, esmerándose en distinguirse por la diversidad de adornos. En décadas posteriores, sería una costumbre adoptada por los otros sectores sociales: ramas de ciprés, y luego de pino, que se vendían en varios puntos de la ciudad, eran decoradas alegremente por las familias semanas antes de la Navidad, y desmontadas posteriormente a la fiesta de los Reyes Magos el 5 o 6 de enero. En la comuna de San Fernando, el sector de Roma conmemora esa fecha como la Pascua de los Negros, aludiendo al festejo que realizaban los esclavos del sector en el periodo colonial. En estas fiestas, en los sectores rurales se reza la novena del Niño con la participación de cantores a lo divino.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la pobreza evidente del país estimulaba acciones de ayuda a los niños, y eran comunes varias organizaciones dedicadas a repartir juguetes a la infancia de escasos recursos. Fue el caso de la Comisión Pro Pascua de los Niños Pobres de San Fernando, que meses antes efectuaba diversas actividades culturales y deportivas, como sucedió en 1957, cuando en un partido de futbol la selección de San Fernando se enfrentó a Colo Colo, para reunir recursos. Durante la Navidad, estos juguetes y pan de Pascua eran repartidos en los propios hogares de los menores. El periódico de la época publicaba el sentimiento de quienes asistían a la actividad: “quienes se sentían altamente complacidos de la misión encomendada por cuanto habían conseguido llevar un poco de felicidad a los hogares modestos, recibiendo los agradecimientos infinitos y la palabra bondadosa de la gente modesta”.
La fiesta navideña que estamos a días de celebrar, ha ido variando a través de los periodos de nuestra historia, siendo una constante lo carnavalesco, en especial en las clases populares. Por otro lado, en una primera instancia las celebraciones solo fueron de carácter público, tanto en las iglesias, como las plazas públicas, para luego migrar a un ritual más ligado al ámbito privado en los hogares, a lo que hoy se suma el carácter comercial del festivo con simbolismos ya globalizados. Y aunque cada vez su dimensión más espiritual va a la baja, aún se valora la importancia de estos rituales como parte de la conformación de nuestra comunidad.
9 comentarios en “Un paseo por la historia: los festejos de Navidad en San Fernando”
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