Vida, fulgor y muertos del Tren de Aragua

El Tren de Aragua, el viejo del saco en el tema de la seguridad en Chile, completa un lustro en el país y solo nueve años desde que nació en el estado de Aragua, en el centro de Venezuela. Quizás es la primera organización criminal latinoamericana que ha prosperado en torno a dos fenómenos muy ligados: la globalización y la migración, esta última gatillada en su país por la grave crisis económica.

Por Equipo de El Regionalista

En cinco años, el Tren de Aragua, organización criminal originaria de Venezuela con presencia en ocho países del continente, ha desplegado su presencia en Chile desde el extremo norte hasta Puerto Montt.

Mermadas sus opciones de negocio en Venezuela por la crisis de ese país, el Tren ha extendido sus operaciones por toda la costa del Pacífico latinoamericano hasta nuestro país, donde ha encontrado condiciones favorables: puertos marítimos con mucho tráfico que facilitan el ingreso de su comercio ilegal, alto poder adquisitivo de la población, lo que entre otras cosas le genera ingresos diarios mediante la venta de drogas al menudeo y la prostitución. Y esas no son las únicas líneas de negocio del Tren de Aragua: partió en 2014 en Venezuela con secuestros, sicariato, operaciones ilegales en minería, contrabando, delitos cibernéticos, el préstamo gota a gota que ha ingresado en algunos barrios y ferias en Chile. En cada país donde opera se adapta a las opciones que le brinda el nuevo territorio, por ejemplo, en Chile sumó a sus operaciones un sistema de arriendo de motocicletas para delivery.

Pero también ha innovado en la subcontratación de sus habilidades criminales. Hay antecedentes de que está ligado al ELN (Ejército de Liberación Nacional) de Colombia y al Primer Comando de la Capital, la principal organización delictiva de Brasil, a las cuales presta servicios.

La organización criminal opera territorialmente, haciéndose fuerte en sectores específicos de ciudades, las que llaman plazas, de las cuales expulsan a delincuentes históricos. En Arica, por ejemplo, corrieron a los delincuentes que manejaban la ocupación ilegal de cerro El Chuño y desde ahí controlan sus acciones en la zona. Arica es una plaza importante, a juzgar por quien oficiaba hasta hace semanas como su patrón, Félix Anner Castillo, líder de Los Gallegos de Caracas, el brazo local del Tren, un delincuente próximo a la cúpula de la organización y muy lejano a la ostentación de sus pares chilenos. Arnel, como es conocido, debió huir a pie el mes pasado a Tacna, acosado por la policía chilena.

La banda está lo suficientemente descentralizada y opera entregando algunos territorios a otros grupos, a los que cobra por la exclusividad. En Santiago, por ejemplo, tiene acuerdos con Los Orientales y Los Valencianos. A su vez, de Concepción al sur los delincuentes se agrupan en torno a El Tren del Desastre. Los acuerdos entre las bandas suelen tener altibajos y no todo es paz y negocios: también tienen pasadas de cuentas y enfrentamientos, como el que implicó el asesinato de Frank Keisy Vargas, que se conoció en septiembre pasado, crimen que cometieron Los Orientales aliados con Los Valencianos en Santiago, al parecer por desacuerdos en lo que el Tren les cobraba por la exclusividad de sus territorios.

El crimen se conoció casi fortuitamente: apareció en la investigación realizada por la denuncia de dos jóvenes. En septiembre pasado, dos adolescentes extranjeras de 15 y 16 años, tras un mes en Chile adonde llegaron captadas con el anzuelo de iniciar una carrera de modelos, se fugaron del departamento donde eran obligadas a ejercer la prostitución. La huida de las chicas permitió conocer que el acuerdo con quienes las trajeron a Chile consideraba realizar al menos 300 servicios sexuales. Pero también, la investigación permitió conocer del sistema de cobros a clientes nacionales, del asesinato de Frank y de la venganza del Tren, cuyos esbirros acudieron a un departamento en calle Huérfanos -en uno de los guetos verticales que hay en el centro de la capital-, donde robaron todo lo que pudieron.

La caja chica

Aunque las actividades delictuales de El Tren de Aragua son diversas, su día a día se ha sostenido hasta ahora en el ingreso de migrantes irregulares desde Bolivia y Perú, en la prostitución y en el tráfico de drogas.

En el segundo semestre del año pasado, la Fiscalía reportó que el Tren lograba introducir al país hasta 200 migrantes a la semana, principalmente venezolanos, de cada uno de los cuales podía obtener una media de 500 dólares.

La trata de personas que se traduce en el próspero negocio de prostitución le genera importantes ingresos. A cambio de pagar a las mujeres enganchadas el pasaje a Chile, una primera semana de alojamiento, un aporte de 20 dólares diarios, peluquería y anuncio publicitario en redes, la organización criminal cobra a cada una 250 dólares semanales. Tal fue el caso de las dos adolescentes reclutadas para la prostitución que mencionamos antes.

En el camino, el Tren busca asegurar las plazas de las que se ha enseñoreado, intentando imponer su orden y sus reglas a base de extorsión y amenazas, como lo ha hecho en su país de origen (ver recuadro). En Santiago, le sirve a esos fines la administración de cités y casas de las que también obtiene beneficios.

El asesinato como un medio

Por cierto, El Tren de Aragua es una organización muy peligrosa que no trepida en exhibir altos grados de crueldad contra sus objetivos. Como el asesinato de tres venezolanos, al parecer no vinculados con sus operaciones, a quienes arrojaron a un canal de regadío en la Ruta 68 a Valparaíso. O la muerte de cinco personas de esa nacionalidad en lo que fue una disputa entre bandas en Batuco, Santiago. O el entierro en vida de dos de sus miembros en Arica bajo una capa de cemento.

Todo indica que echa mano a estos recursos principalmente para mandar mensajes a sus rivales con los que comunica que sus métodos no tienen límites. Y los aplican para ajustar cuentas con quienes se apartan y buscan jugar con colores propios, contra bandas rivales o contra quienes les disputan territorio.

Las alertas

En la gestión de esta banda criminal, que ha sorprendido a las policías y a las últimas administraciones del país, quedan varios puntos preocupantes.

Uno, es la amenaza que implica el método de extorsión que aplican en barrios a cambio de su oferta de seguridad. Si ello se generalizara, las posibilidades de recuperación de territorios por parte del Estado se hacen difíciles.

Otro, es que gane terreno su estrategia de comprar a autoridades y policías. Un mal antecedente es que, por ejemplo, en Arica hay un ex carabinero investigado por su vínculo con la banda. La cooptación de las policías les brindaría impunidad para sus operaciones, así como también implicaría una pérdida cuyas consecuencias pueden ser letales para el funcionamiento del Estado y para la confianza de la población en sus instituciones.

Y un tercero, es que el ciudadano de a pie confunda la delincuencia con la migración. Por cierto, parte importante de las novedades delictuales en nuestro país, se relacionan con bandas de origen extranjero. Pero ni mucho menos son una parte significativa de la población que llega a Chile, cuya gran mayoría viene a buscar espacios de desarrollo que perdieron o no encontraron en sus países de origen. El problema es que no pocas autoridades tienden a confundir el problema, por ignorancia o mala intención. Hace unos meses, por ejemplo, la presidenta peruana, Dina Boluarte, expresamente culpabilizó a los migrantes de la delincuencia en su país.

La evolución de esos tres factores ilustrará la gestión y control (o descontrol) del Tren de Aragua en Chile y también cómo abordamos con seriedad el problema de la seguridad en el país. Culpar de todos los males en este ámbito a las autoridades o a los migrantes, nos coloca en explicaciones que no van a la raíz del problema y, más bien, conducen las acciones por caminos equivocados.

De donde viene El Tren de Aragua

La organización nació en 2014 en la cárcel de Tocorón en el estado de Aragua, en el centro de Venezuela, recinto que es administrado por los propios presos. Tal como lo lee. En Venezuela, se sabe de al menos otros siete presidios, tal como el de Tocorón, donde no hay policía y la autoridad son los propios reos.

Por eso mismo, no es de extrañar cuáles son las instalaciones que tiene Tocorón: piscina, discoteca, zoológico, gimnasio, restaurantes, comercio, banco, estadio de beisbol con pasto artificial. En sus calles, se desplazan como si nada motos de alta cilindrada pertenecientes a presos.

Desde la cárcel y bajo el liderazgo de Héctor el Niño Guerrero, el Tren de Aragua ha prosperado en los delitos típicos de bandas de su naturaleza como los robos y secuestros. Pero, claro, ha incrementado su carpeta con la prostitución, el contrabando, la minería ilegal y el control de territorios en los que exige pago a los vecinos. Esto último, lo aprendió en un pueblo próximo a la cárcel, San Vicente. Y la práctica de la minería ilegal la desarrolló en una mina de oro que está en la frontera con Brasil. Precisamente en esa zona de Brasil es donde trabó contacto con el Primer Comando de la Capital, la organización delictual más importante de ese país.

El Tren logra extender sus operaciones gracias a los presos que salen de la cárcel quienes, ya reclutados adentro, constituyen mano de obra segura para el desarrollo de las actividades delictuales.

¿Y cómo se sostiene el Tren? La clave es la causa. En las cárceles donde la banda es autoridad, cobra una cuota mensual a cada preso de 15 dólares a la semana, a la que llaman de esa forma.

La periodista venezolana Ronna Rísquez, que ha escrito El Tren de Aragua. La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina, estima que esta organización maneja un capital regular de 15 millones de dólares al año. Es decir, un capital de trabajo que asegura su operación en los ocho países de Latinoamérica donde está: Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Brasil.

Esta nota fue redactada a partir de antecedentes recabados en el periódico electrónico El Mostrador, en el podcast El Hilo e información aparecida en El País de España.

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24 comentarios en “Vida, fulgor y muertos del Tren de Aragua”

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