El legado de Paul Auster

Las ramificaciones de la literatura de Paul Auster son inmensas y mundiales. El pasado 30 de abril perdimos a un verdadero gigante de las letras no solo norteamericanas, sino universales. Aquí les comparto mis reflexiones de un escritor que considero un imprescindible. Si aún no lo ha leído, aproveche que hay buenas traducciones al español de sus 34 libros.

A.C. Mercado-Harvey

El año 2006 fue la primera vez que me enteré de la existencia de la literatura de Paul Auster. En esa época hice un taller literario con Alejandra Costamagna. La destacada escritora chilena me confesó que hubo un tiempo en que fue lectora ávida de Auster. Lo cierto es que no era un caso único, Paul Auster se convirtió en un escritor muy popular entre escritores latinoamericanos. En 2009 el mexicano Jorge Volpi (conocido como parte de la generación del crack) publicaba El insomnio de Bolívar en el que declaró que Paul Auster era uno de los autores preferidos de la nueva generación de escritores latinoamericanos. Auster fue un escritor neoyorquino que traspasó barreras lingüísticas al convertirse en un escritor de culto en los 80 y 90. Además, se convirtió en best seller y ganó premios tan importantes como el Príncipe de Asturias en España. En la literatura es difícil hacer algo nuevo; ya todo ha sido escrito, por tanto, cada cosa es un intertexto de otra. Paul Auster consiguió dentro de su literatura posmoderna poner de cabeza a la novela policial y eso fue verdaderamente revolucionario en su momento.

Auster, como Bolaño, aspiraba a ser poeta, pero la literatura lo llevó por otro camino. Tras graduarse de Columbia en Nueva York, se fue a París en los 70 y allí hizo diferentes trabajos, entre ellos de traductor. En 1979 su padre murió y le dejó una pequeña herencia que le permitió escribir su primera memoria, The Invention of Solitude (La invención de la soledad, 1982). Esta obra ya rompía con el género autobiográfico y de memorias. Auster comenzaba su carrera rompiendo moldes genéricos. En el centro de la historia está el caso policial de su abuela paterna quien había matado a su abuelo y que fue absuelta por demencia. El germen del policial ya estaba en esa obra, que además se centra en temáticas existenciales que atraviesan toda la obra de Auster. Hoy está muy de moda la llamada autoescritura, que no es más que una terrible falta de imaginación. Paul Auster utilizó su biografía para crear literatura que va mucho más allá de sí mismo.

Una de las cosas en las que Paul Auster desarrolló su maestría fue en tomar anécdotas de su vida con un propósito literario. Es decir, que utilizó experiencias reales de su vida y le dio un propósito dentro de su literatura. He ahí la marca de un gran escritor. Cualquiera puede ser contador de anécdotas, pero no cualquiera sabe cómo literaturizarlas con un propósito claro dentro de una obra de ficción. Otros autores de la misma generación y de culturas muy diferentes que son maestros de lo mismo son el chileno Roberto Bolaño y el japonés Haruki Murakami.

Si bien La invención de la soledad fue un gran comienzo, lo que lo convirtió en un autor de culto y éxito de ventas fue The New York Trilogy (La trilogía de Nueva York, 1986). Esta obra ya clásica del antidetectivesco fue una reinvención del género policial. La primera de estas novelas cortas que componen The New York Trilogy es City of Glass (1985). Esta primera nouvelle, re-enfoca su crítica respecto de la función del autor dentro del discurso del policial, constituyéndose en una historia “meta-anti-detectivesca”. Dentro de la trilogía hay varios personajes que son a la vez detectives y escritores, o más bien escritores que cumplen la función del detective. Tal es el caso de Daniel Quinn, el protagonista, cuyas iniciales coinciden con las de don Quijote, asunto que es revelado en el texto cuando el narrador expone su teoría respecto a Cervantes y la autoría del Quijote, una de las obras preferidas de Auster.

La teoría del ficticio Auster de los cuatro autores de El Quijote -el barbero, el cura, don Quijote y Sansón Carrasco- es un espejo literario de las cuatro personalidades de Daniel Quinn: la que tiene con ese nombre, siguiendo las iniciales de don Quijote, pero además se hace pasar por el escritor “Paul Auster”; también es William Wilson, un nombre tomado del cuento homónimo de Edgar Allan Poe de 1839 que es sobre un doppelganger o doble; y finalmente es Max Work, un detective ficticio de la escritura de Quinn. La figura del doppelganger es una de las obsesiones borgeanas que retoma Paul Auster en The New York Trilogy y que se repite en la obra de escritores latinoamericanos policiales como Roberto Bolaño y Rubem Fonseca y también en autores españoles como la catalana Carme Riera y Javier Cercas.

Así como Don Quijote se esconde tras la figura de Cid Hamete Benengeli, el ‘verdadero’ Paul Auster se esconde en City of Glass tras Quinn y el ficticio “Auster”, que son auto-retratos más o menos distorsionados. Este es otro punto en el que coincide con obras de Bolaño y Cercas, quienes también utilizan un yo ficticio en los personajes de Arturo Belano (Estrella distante, 1996) y Javier Cercas personaje en Soldados de Salamina (2001). La gran diferencia es que Auster utiliza a sus dobles para develar una crisis de identidad y autoría en la literatura que se ve reflejada en la negación sucesiva de la identidad anterior y la fragmentación en varios yo, mientras que los dobles en las obras de Bolaño y Cerca revelan una crisis colectiva de desmemoria. Si en Paul Auster el juego metaficticio e intertextual sirve como una búsqueda existencial del personaje y un cuestionamiento de la autoría en la literatura, en los autores de lo que he llamado policial del Atlántico iberoamericano esa construcción metaficticia (literatura dentro de la literatura) tiene que ver con una búsqueda colectiva de un pasado común a las naciones que sufrieron el yugo dictatorial.

En la última nouvelle de la trilogía, The Locked Room, un narrador anónimo revela la historia de un desaparecido escritor llamado Fanshawe, nombre que deriva del título de la primera novela perdida de Nathaniel Hawthorne. Fanshawe desaparece y el narrador actúa como su agente, publicando sus obras restantes y escribiendo un artículo biográfico que nutre el apetito del público. Esto resulta en una industria editorial que se mueve en torno a la figura del escritor desaparecido. El narrador, quien es un escritor fracasado, adopta la personalidad de Fanshawe, se casa con su esposa y publica sus libros. Aquí aparece la figura del impostor.

En Auster este mecanismo de impostura y doppelganger que he bautizado como “efecto Fanshawe” es utilizado para develar una crisis y un tema literario. Este último se refiere a la rivalidad romántica entre dos intelectuales jóvenes, temática explícita en la novela corta The Locked Room y que tiene que ver con la desaparición en la literatura, como ocurre con la cuasi pérdida de la novela de Hawthorne. La crisis que se revela es la del escritor y el proceso de escritura en el cuarto cerrado, pero además es un juego metaficcional respecto de las novelas-enigma o locked room mysteries. Esta es una idea que ya venía del nacimiento del escritor en The Invention of Solitude (1982) y que luego repite en Travels of the Scriptorium (2006).

En esta nouvelle se produce una inversión de las convenciones de ese tipo de ficción, Auster pone de cabeza la fórmula del cuarto cerrado: en este caso el cuarto cerrado no es el de la víctima, sino el lugar preferido y característico del villano Fanshawe. Además, la fórmula aparece invertida porque la resolución del misterio (el paradero de Fanshawe) destruiría a la figura del doble, quien sólo existe en la ausencia del original. Su utilización revela una copia imperfecta: el narrador es un escritor fracasado a la sombra de otro que ha resultado exitoso a nivel comercial y de crítica.

En la trilogía, el proceso de detección se convierte en una búsqueda de identidad en cuanto el misterio externo empuja al misterio interno del detective. Así, el policial antidetectivesco deconstructivo cuestiona la noción misma de la estabilidad, sobre la que se cimientan tanto la autoría como el proceso de detección.

La revolución del anti-detectivesco de la que fue parte Auster tuvo un efecto tan profundo en las letras iberoamericanas que varios escritores como los que he mencionado (Bolaño, Riera, Cercas y Fonseca) tomaron este modelo y lo transformaron en un policial posmoderno de memoria colectiva que contiene el tipo de cuestionamientos literarios austerianos, pero a la vez introduce un discurso anti-oficial que pone en duda tanto la versión que borra el trauma dictatorial como la versión de las víctimas. Así, el misterio externo en estas novelas empuja hacia afuera uno colectivo de recomposición de los pedazos del pasado traumático.

Con este ejemplo solo quiero establecer que el legado de la literatura de Paul Auster va mucho más allá de la literatura neoyorquina de un descendiente de judíos polacos. Auster se nutrió de escritores como Cervantes y Borges, y a su vez escritores iberoamericanos se conectan con su literatura porque les habla de una narrativa que nos es familiar y diferente a la vez. Este policial antidetectivesco y metafísico austeriano fue tomado y transformado por autores que exploraron el pasado de las dictaduras de ambos lados del Atlántico, creando un policial de memoria colectiva como afirmo en mi libro El género policial como literatura del trauma (Madrid: Pliegos, 2024), próximo a ser publicado en España.

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