
Por Nicolás Burón Artista visual, autor, escritor y gestor cultural (*)
Entre 2021 y 2022 se realizó el proceso de redacción de la Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas vigente desde 2023. Durante su elaboración, se evidenció –entre otras conclusiones sobre la situación del sector- un muy mayoritario consenso en la necesidad de redefinir la figura del mediador de la lectura, Se consideró para ello una serie de factores: la situación de los sistemas locales de educación pública y sistemas locales de culturas, artes y patrimonio [1], los diagnósticos revelados por la OCDE en todos los últimos informes y cifras de los índices PISA desde 2015 a la actualidad [2], las cifras de pobreza infantil en Chile, que según UNICEF alcanzan a fecha de hoy casi el 25% de la población [3], las recomendaciones de la UNESCO a partir de la situación post-pandemia [4] y las elevadas tasas de deserción escolar en el contexto sudamericano (que en países como Chile y Argentina alcanzan medias estimadas entre un 20% a un 30% de los estudiantes de educación media, una situación que explica el alcance de la crisis de seguridad pública en esos países). También se consideraron los diagnósticos de la Agencia de Calidad de la Educación según los índices SIMCE en materia de comprensión lectora y competencias comunicativas, la situación de las personas con discapacidad según la encuesta ENDISC de 2022 del Ministerio de Desarrollo Social [5], sumados además a las conclusiones y evidencias detectadas en todos los conversatorios, estudios y encuestas realizadas por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio desde el año 2017 a la actualidad.

La Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas ha definido dentro de sus objetivos poner en valor a los sistemas locales de educación como entidades ejecutoras fundamentales para el fortalecimiento del fomento lector y, al mismo tiempo, reconocer los aportes de los sistemas locales de culturas, artes y patrimonio, de los puntos de lectura, y de otras instancias de educación informal, lo que implica por lo tanto aceptar que un concepto vigente desde la década de 1990 como el del “mediador de la lectura” debe actualizarse por el contexto actual tanto desde un punto de vista semántico como también desde su importancia fundamental en el desarrollo de competencias comunicativas.
Otro factor fundamental ha sido el tiempo y espacio, desde el diseño, desde lo cotidiano y desde el simbolismo. Las grandes industrias del ocio como las del sector del deporte profesional, de la industria discográfica o de la tecnología han sido más flexibles, más dinámicas y, al mismo tiempo, más innovadoras en desarrollar acciones, plataformas, formatos y diseños que las audiencias valoran, y con las que conviven y se relacionan, y que por cierto, ha impactado a otras expresiones culturales de la cultura y patrimonio inmaterial como las manifestaciones religiosas, que inevitablemente debieron innovarse y reinventarse por el factor crucial que representa el tiempo.
El sector del deporte profesional ha llegado a tener tanta repercusión social que los Juegos Olímpicos de Paris fueron la excusa –desde el estado francés y desde el sector cultural francés- para desarrollar puestas en valor patrimoniales y culturales y de la literatura y culturas populares en diversos formatos y con alcance internacional. El sector de la industria discográfica ha llegado a tener tal repercusión que hoy la autora literaria más estudiada en las universidades y escuelas de literatura en Estados Unidos y Europa Occidental es Taylor Swift, que nunca ha publicado un libro a pesar de haber compuesto y difundido cinco LP en los últimos 10 años. En tanto, el sector de la tecnología ha llegado a tener tanto impacto que hoy la industria de los videojuegos es una de las principales empleadoras de músicos, artistas visuales y escritores.
Las escuelas dominicales de las corrientes cristianas reformadas o expresiones como la música pop cristiana contemporánea –poco conocida en las radios locales, pero de un gigantesco alcance y repercusión en decenas de iglesias a lo largo del país- han hecho más por el fomento lector en las poblaciones que la figura del “mediador de la lectura”, muy propio de los desarrollos de las décadas de 1980 a 1990 en un contexto totalmente diferente al actual, promovido desde puntos de vista elitistas y distantes de las realidades de las poblaciones.

Durante el proceso de redacción de la actual Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas comprendimos que esas eran realidades con las que cotidianamente lidiamos y que, por cierto, era evidente que el concepto de “mediador de la lectura” –visto como formato y teniendo en cuenta el factor del tiempo- tenía rigideces que hacían difícil abordar las realidades y necesidades presentes y futuras: ¿Cómo enfrentamos el presente, y más desde un horizonte enfocado en el desarrollo humano y en los objetivos de desarrollo sustentable? ¿Cómo abordar todas las deudas que hay en materias como la inclusión de las personas con discapacidad o la situación de territorios donde evidentemente el estado ha estado ausente, ya sea por la accesibilidad o por los déficits en materia de planificación e infraestructuras? ¿Cómo y bajo qué bases, a partir de la praxis y desde las políticas públicas se debe defender el principio de bibliodiversidad y el principio de accesibilidad a la información frente a la pretensión de corrientes religiosas transnacionales de volver a una situación de incertidumbre en materia de libertad de expresión en Chile como el que había en el país antes del fallo de febrero de 2001 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Caso Olmedo, Bustos y otros vs. Estado de Chile en relación con la censura vigente hasta entonces de la exhibición de la película La última tentación de Cristo de Scorsese)? [6] ¿Cómo integramos desde un enfoque de transversalidad tanto la educación artística como también las metas y horizontes en materia de mejora de la calidad de enseñanza y mejora de la calidad de vida de infancias, adolescencias y juventudes? ¿Cómo integramos los esfuerzos de los sistemas locales de cultura con los sistemas de cuidados? Es evidente e inevitable que desde las realidades se hace necesario reinventar con audacia y con la mira puesta en el desarrollo.
¿Por qué deberíamos ahora mismo hablar de “precursores de la lectura” en vez de “mediadores de la lectura”? Las políticas públicas vigentes desde 2023 mandatan acciones de vinculación con el medio mucho más prolongadas y menos cortoplacistas. Es evidente que semánticamente hablando, el concepto de “mediador” denota una alta distancia entre los creadores y agentes culturales y formativos con los lectores y lectoras, sin tomar muy en cuenta la dimensión social y los alcances en materia de responsabilidad social de la labor formativa, especialmente en niños, niñas, adolescentes, y segmentos de la población que históricamente han sido marginalizados del desarrollo y del progreso por diversas razones (entre ellas, la mala planificación urbana, las brechas debido a la pobreza multidimensional y las brechas de accesibilidad en materia de bibliodiversidad). En contraste, el concepto de “precursor”, palabra derivada de “pionero”, resulta hoy mismo, y a decir del último informe del PNUD [6], un enfoque vital para lidiar con el contexto actual, y un concepto fundamental para reducir estas distancias. La situación actual del país, como advierte el último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre Chile (2024), da cuenta de la necesidad de una política pública más enfocada en lo cotidiano y en base a enfoques realistas y locales que pongan como prioridad la superación de la pobreza desde un enfoque multidisciplinario. A partir de las conclusiones de numerosos estudios públicos, semántica y simbólicamente hablando, resulta necesario hablar de “precursores de la lectura” y, consecuentemente, desde la perspectiva de las políticas públicas, sustituir por ella la figura del “mediador de la lectura”. Un precursor de la lectura explora y ayuda a lectores y lectoras a incursionar hacia territorios nuevos y, en concordancia con ello, prepara el camino para las comunidades y territorios hacia un futuro con certezas. Un precursor de la lectura es todo profesional, divulgador y creador que desarrolla, crea y gestiona actividades de fomento lector y actividades formativas y culturales que no sólo se desarrollan con el interés de mediar y de generar instancias de asociatividad, sino también de desarrollar habilidades, acciones, y otros desarrollos desde un prisma de responsabilidad social, y, al mismo tiempo, desde un prisma de integración entre las comunidades y territorios con el Estado y con el mundo que lo rodea. Un precursor de la lectura puede mediar y contribuir a reducir brechas desde acciones de vinculación con el medio basadas en objetivos de desarrollo sostenible. Los precursores asumen que las bibliotecas seguras son cruciales para mejorar las experiencias de la lectura y que el principio de accesibilidad es fundamental para la bibliodiversidad. Para los precursores, las realidades de un mundo tecnologizado no pueden ser obstáculos para acciones presenciales y cotidianas que son y deben ser en los hechos, acciones que contribuyan a un mejor desarrollo cognitivo y social, a procesos de rehabilitación y reintegración urgentes, a procesos de reparación y justicia transicional en el contexto de las crisis del mundo contemporáneo, sino que también a reducir las distancias entre las artes y las audiencias. [8] Los precursores no sólo promueven la lectura desde un enfoque de competencias comunicativas sino también de las puestas en valor de las culturas, artes y patrimonio de las comunidades locales. Todo esto desde enfoques de largo plazo, y desde enfoques donde el desarrollo socioeconómico y la superación de la pobreza son esencialmente el horizonte central de sus acciones.
Los creadores, los agentes culturales y las entidades de asociatividad tenemos una responsabilidad fundamental en implementar y construir una cultura de progreso.
(*) El autor es parte del Grupo Literario Los Inútiles y miembro de las comisiones técnicas redactoras (2022-2023) y las comisiones técnicas nacionales (2023-actualidad) de la Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas 2023-2029
NOTAS
[1] Ver conclusiones de las Convenciones Nacionales de Cultura de 2022 y 2023.
[2] Ver informes en https://www.agenciaeducacion.cl/estudios-internacionales/pisa/
[3] Ver informe de UNICEF sobre la materia en https://www.unicef.org/chile/media/8091/file/sitan%20resumen.pdf
[4] Ver informe de la UNESCO en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373717_spa
[5] Ver encuesta ENDISC 2022 en https://www.senadis.gob.cl/pag/693/2004/iii_estudio_nacional_de_la_discapacidad
[6] Ver fallo de la CIDH de 2001 en https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_73_esp.pdf
[7] Ver informe del PNUD sobre Chile en https://www.undp.org/es/chile/publicaciones/informe-sobre-desarrollo-humano-en-chile-2024
[8] Ver bases teóricas en las 81 medidas de la Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas disponibles en https://www.cultura.gob.cl/politicas-culturales/wp-content/uploads/sites/2/2023/04/documento_politica_del_libro_2023.pdf