El documental sobre Carlos Altamirano desnuda la necesidad de alguien que encabecé un proceso de renovación política que acerqué de nuevo al pueblo con sus representantes, vínculo que ha sido roto por sus propios partidos acomodados en la burocracia pública como único espacio de acción política.
Por Edison Ortiz
Alguna vez, por allá por junio de 1996 en el contexto del informe previo sobre mi tesis de magister en Historia en la Universidad de Santiago, tuve una larga y extensa conversación con uno de mis profesores informantes, el historiador Alfredo Jocelyn-Holt. En esa oportunidad no recuerdo porqué motivo llegamos al tema de la incipiente transición chilena. En algún momento, el notable polemista me preguntó a qué personaje político yo admiraba. Sin dudarlo, le señalé “Carlos Altamirano”
Me preguntó por qué. Pues, porque fue el único de esa generación que tuvo “los cojones para retirarse”, porque entendía que como actor central del periodo anterior podía ser un obstáculo en el presente. Alfredo —le pregunto entonces— ¿conoces a algún otro político que haya sabido jubilarse a tiempo? “No, ninguno”, me dice. Y es que tal cual como lo planteó Gabriel Salazar, Don Carlos no era el político tradicional que aburría, ni menos el convencional a quien le preparan todas sus cuñas, tampoco es aquel que sobre sus hombros cargó con el peso del Estado como Lagos, ni nunca se sintió un santurrón como Aylwin, ni fue el ortodoxo de Novoa, ni menos el político de profesión apegado al poder, al estilo Escalona, Correa, Garretón o Tironi.
Y es que mi visión sobre Altamirano tampoco es inocente, ni soslaya a los otros personajes que conviven en él: a la bestia negra de la derecha o el mayoneso, el pretexto para la bajeza de Edwards y, después, de Escalona; el “ni chicha ni limoná” de los jóvenes radicales de comienzos de los 70’, el hombre que quedó atrapado entre sus convicciones y la realidad política que planteaba la UP, el burgués sorprendido en su propia trampa; el adversario de Allende, en fin, todas las historias que se pueden elucubrar en esas circunstancias: el provocador del Golpe, el traidor —por su alianza con el PDC—, el “loco solitario”.
Tuve la oportunidad de mirar tranquilamente este documental estrenado en noviembre de 2023 durante el fin de semana pasado y para quienes conocimos con algún grado de cercanía al personaje, el documental no dice mucho más de los que ya sabemos.
Tal como lo señala el autor del documental e hijo del ex secretario general del PS durante el gobierno de Allende, Juan Carlos Altamirano: “A él nunca le interesó el poder por el poder. Decidió dejar la RDA, dejar la primera clase, dejar el Mercedes Benz, dejar la casa (…) e irse a París”, luego de impulsar la renovación del PS y la alianza con la DC para poner fin a la dictadura en lo que luego derivaría en la Concertación.
Esa misma prescindencia ocurrió al volver a Chile en 1990, donde, no quiso asumir ningún cargo, porque dada “su imagen controvertida podía ser, y lo más seguro que hubiera sido así, una cierta traba para el proceso de transición”.
El documental en ocho capítulos y un epílogo –“Revolución y contrarrevolución”, “De Golpe en Golpe”, “La clandestinidad”, La contradicción ancestral”, “El escape”, “El exilio”, “El regreso” y “La despedida”– sintetiza la vida y el quehacer político de uno de los actores centrales del periodo 1970-1979, sea como protagonista o luego como artífice del proceso de renovación política de la izquierda chilena en general y del PS en particular y con posterioridad, 1990-2010 como agudo y crítico observador de nuestra transición periodo durante el cual los principales dirigentes socialistas chilenos, en la versión del ex secretario general, más que renovarse se habrían “acomodado” al neoliberalismo imperante.
El documental, con ya varios galardones internaciones en festivales de cine, aborda un plano humano de Carlos Altamirano no visto en otras entrevistas sobre el personaje: su vida familiar, la relación con sus nietos e hijos en especial con el autor del documental. Por cierto, se extraña en el mismo una participación más activa de Julio Donoso, hijo de Paulina Viollier, la segunda esposa de Altamirano, y quien estuvo muy cerca del secretario general durante la Unidad Popular y esos mil días aciagos. Habría sido muy significativo obtener un registro de Donoso para captar la épica que rodeó los últimos días del gobierno que quiso hacer la revolución con empanadas y vino tinto y que se echa de menos en el documental.
Por el video deambulan protagonistas de la historia de Chile del siglo XX así como figuras mundiales de la talla de Leonid Brezhnev, Eric Honecker, Mario Soares, Felipe Gonzalez, Francois Miterrand, Fidel Castro, etc., entre otros a quienes Altamirano conoció de cerca y algunos de los cuales, como el presidente del gobierno español, incluso proclamó cuando éste era un mocoso con demasiadas ambiciones.
En fin, más allá de nuestros propios prejuicios, en especial a historiadores, observadores del acontecer nacional, interesados en la historia más reciente de Chile, les invito a ver el documental.
El hombre que alguna vez nos dijo a mi esposa y a mí, “a ustedes no les da miedo andar conmigo”, mientras veníamos de regreso a su casa desde Rancagua o que en el baño de un conocido restaurante metropolitano recibió el saludo cálido de un muchacho – “don Carlos, es un honor mear al lado suyo”– seguirá dando vueltas en la escenografía política chilena. En especial, dada la coyuntura crítica de la izquierda chilena, se echa de menos alguien que encabecé un proceso de renovación política que acerqué de nuevo al pueblo con sus representantes, vínculo que ha sido roto por sus propios partidos acomodados en la burocracia pública como único espacio de acción política.
Les dejamos aquí el link del interesante documental: https://www.youtube.com/watch?v=1lMJs-0oVTI