Guerra Civil en la UDI regional: esperando la carroza

Como todo buen conflicto, el que tensiona hoy a la UDI local tiene su prehistoria, afecta a generaciones distintas y, si es que se resuelve, sus efectos se harán sentir más allá de la zona del epicentro. Mientras, el caldero acumula temperatura y, al menos hasta el 21 próximo, las facciones en litigio siguen apertrechándose en una tácita paz armada.

Por Edison Ortiz

El conflicto político en el gremialismo local se viene incubando desde hace mucho tiempo, tal vez desde 2017; el hito que marcó un antes y un después en la disputa regional fueron las elecciones internas de 2018. Javier Macaya competía con ventaja sobre la senadora Jacqueline van Rysselberghe hasta que el entonces alcalde en ejercicio de Rancagua, Eduardo Soto, el senador García Huidobro, más otras figuras del gremialismo local apostaron por la senadora. El resultado: van Rysselberghe se impuso por estrecho margen ante el diputado por el distrito 15.

Al entorno del parlamentario se le enrostró que “Javier había perdido en su propia región”.

El gesto del alcalde de Rancagua a van Rysselberghe no fue gratis. Meses antes, cuando cundían sobre Soto acusaciones por fraude en la corporación del teatro regional y aparecía como víctima de una supuesta extorsión de parte de un joven, el diputado Macaya marcaba distancia con el edil de la capital regional. Y todo hacía suponer que Soto sería formalizado. Pero el jueves 16 de mayo, la presidenta de la UDI hizo un viaje relámpago a Rancagua que sorprendió a moros y cristianos, partiendo por el gremialismo local. La visita no fue solo para apostar por la inocencia del controvertido alcalde Eduardo Soto, sino también para proclamarlo como su candidato a la reelección.

La senadora defendió la inocencia del jefe comunal: parecía que ya estaba informada de lo que ocurriría al día siguiente, cuando La Tercera informó que el Ministerio Público pediría al tribunal de Garantía local, el siguiente 24, que dejara sin efecto la formalización del alcalde de Rancagua.

Primeras escaramuzas

Allí estuvo el origen de una disputa que se fue agravando con el tiempo. Pero, los primeros síntomas públicos se observaron en la campaña presidencial de 2017, cuando Javier Macaya, convertido en el político de derecha más influyente de la región, jugó un papel fundamental en la conformación de los equipos de gobierno para el segundo mandato de Sebastián Piñera.

De hecho, en la campaña presidencial de 2017, a diferencia de 2009, el alcalde de Rancagua no jugó ningún rol relevante en el comando de campaña de Piñera, ocupando un inadvertido puesto en el subterráneo. Luego, como se sabe, el diputado de apellido vinoso impuso como intendente al hijo del ex parlamentario Juan Masferrer, del mismo nombre, y fue clave en la designación de los equipos de gobierno regional.

En esa designación se abrió una nueva fractura: en el oficialismo corrió fuerte el rumor que la designada iba a ser la entonces alcaldesa de Chépica, Rebeca Cofré, mujer del círculo íntimo del diputado Ramón Barros. Descartada para la jefatura regional, desechó el premio de consuelo que se le ofreció, la Gobernación de Colchagua y siguió siendo la jefa comunal de Chépica.  

Palada tras palada, los resentimientos mutuos no amainaron, ni siquiera cuando el entonces intendente designado, Juan Masferrer, anunció a comienzos de 2020, a comienzos de la pandemia, que dejaba su cargo para asumir la coordinación de regiones en el Ministerio del Interior.

Días después, en la casa del diputado Macaya se le dio el visto bueno a Rebeca Cofré como nueva intendenta de la región. Su designación se inscribía, al parecer, en un intento por aplacar la tensión interna que crecía cada día luego que Andrés Chadwick, cacique indiscutible del gremialismo regional, asumiera como ministro del interior. Pero la paz no llegó.

Los asistentes al evento comentan que el influyente legislador gremialista solo le pidió a Cofré que le designará un personaje de su confianza como jefe de gabinete petición que, luego, la autoridad regional no le cumpliría.

Casus belli

La gestión de la intendenta, que duró menos de un año, fue observada negativamente por la mayoría del gremialismo local. Se le reprochaba su mal manejo en el contexto de la pandemia y se le enrostraba que era más bien la intendenta de Colchagua y Cardenal Caro más que de la región. Sus detractores también rumoreaban que recibía una asignación profesional que no le correspondía, y que apoyaba a eventuales candidatos ajenos al gremialismo para las elecciones de mayo de este año.

Con la enemistad creciente que la separaba del factótum de Piñera en la región, la caída de Cofré era asunto de oportunidad, ocasión que se daría una vez que el diputado por el distrito 15 se impusiera en la interna UDI ante el exministro Víctor Pérez, el 12 de diciembre de 2020. Macaya tomaba las riendas del gremialismo a nivel nacional, comandando un equipo de recambio generacional con la promesa de “cambiarle la cara a la UDI”.

No alcanzaron a pasar un par de meses, cuando un conocido reportero local vinculado a la UDI anunciaba anticipadamente, la caída de la intendenta Cofré que se producía el 13 de febrero.

Cuentan fuentes internas del gremialismo que la noche anterior a la caída de Cofré, el senador UDI García-Huidobro habría llamado a Macaya para respaldar la decisión de “echarla” por su mala gestión. Sin embargo, su reacción posterior resultó ser la contraria y se sumó a las críticas por la decisión. Quien no se controló en aquella oportunidad fue Ramón Barros quien había promocionado el ascenso de Rebeca Cofré. En una reacción destemplada luego del cambio de la intendenta dijo a un medio local “estoy sorprendido y profundamente dolido por las formas… se me dijo que este cambio de intendenta era a pedido de la directiva de la UDI… esta es una maniobra de la directiva de la UDI para sacar del camino a alguien que no es cercano, ni servil al presidente de la UDI, don Javier Macaya y por lo tanto es una molestia. Esas son las razones de verdad”. En esa misma entrevista Ramón Barros advirtió que “la UDI hoy tiene una fractura total” en la zona y “no voy a apoyar la candidatura a senador de Javier Macaya”.

La Tercera, calificó el hecho como “la riña a muerte en la UDI” y distinguió nítidamente a las dos facciones en pugna: por un lado, su presidente Javier Macaya y su equipo, y por el otro el diputado Ramón Barros, el ex alcalde Eduardo Soto y el senador Alejandro García Huidobro.

Tal pugna se profundizó cuando se designó como nuevo intendente (el último designado) a Ricardo Guzmán, ex hombre de confianza de Eduardo Soto y a quien este último habría maltratado políticamente. Lo mismo sucedió con Pamela Jadell, también ex mujer de confianza del ex edil de Rancagua cuyo cambio de bando en la disputa tuvo como consecuencia mayor la pérdida de la alcaldía de Rancagua con la derecha dividida en dos candidaturas: Raimundo Agliati (aspirante patrocinado por Soto) y la concejala Jadell (apoyada por el presidente de la UDI).

Se acusó además que, en otras comunas como san Fernando, el aspirante al Senado apostó por Alejandro Riquelme, mientras que Ramón Barros y equipo lo hicieron por quién finalmente resultó electo alcalde, el RN Pablo Silva.

El quiebre se profundizó aún más con las primarias presidenciales de la derecha pues mientras Macaya y su equipo apostaron por Joaquín Lavín, el trío Barros, Soto, García-Huidobro lo hizo por Sichel, quien ganó ampliamente en O’Higgins.

La fractura, ya con síntomas dramáticos (amenazas a seremis en ejercicio por parte de Barros, incluso un conato de reyerta en la vía pública en una comuna de Colchagua) son la evidencia concreta de que el conflicto escaló hasta tornarse inmanejable.

La noche de los cuchillos largos

Está claro que en la raíz del conflicto se perfilan dos actores: el actual presidente del gremialismo y su equipo de recambio versus los históricos liderazgos UDI, anclados en la dictadura y que representan bastante bien Eduardo Soto y Alejandro García-Huidobro. La salida al problema solo se resolverá la noche del 21 de noviembre, cuando se despeje quien será el nuevo senador UDI por O’Higgins y el resultado de la primera vuelta presidencial entre Sebastián Sichel y José Kast. Macaya acaba de reafirmar el compromiso de la directiva con el primero, mientras Ramón Barros se declaró “en reflexión”.

Si se impone, Javier Macaya fortalecerá su liderazgo para aspirar a construir una “nueva derecha”. Aunque ello depende también del resultado entre Kast y Sichel. De pasar el líder del partido Republicano a segunda vuelta, se transformará en una piedra en el zapato para Macaya y su aspiración por dar vuelta la página en la historia del gremialismo. Será un desafío permanente a su liderazgo, pues el hijo de inmigrantes alemanes seguirá coqueteando con el pasado, Pinochet y el autoritarismo.   

Mientras, de manera desesperada, el equipo de Eduardo Soto, Barros y García Huidobro filtraron a La Tercera esta semana una supuesta encuesta (cuyo detalle no se conoce) que arrojaría una leve ventaja de Barros sobre Macaya y en la que se resalta “el respaldo del ex alcalde Eduardo Soto”. El equipo del presidente de la UDI, en tanto, maneja una encuesta con datos duros que darían una amplia ventaja a Macaya sobre Barros. En esa encuesta, a la cual El Regionalista tuvo acceso, marca primero la diputada Alejandra Sepúlveda con 30 puntos, le sigue Javier Macaya con 27 y luego Juan Luis Castro con 19. El resto de los aspirantes a un sillón senatorial no llegan a los 10 puntos faltando menos de un mes para la elección y reproduciéndose el escenario que todos preveían para la primera vez que nuestra región elige tres senadores: una senadora para Apruebo Dignidad; otro para Chile Vamos y el último para Unidad Constituyente.

En el gremialismo, todo pareciera indicar que fenece una generación y otra comienza su consolidación. En la visión de la generación joven de la UDI, es seguro que esta coyuntura se asocia a los dolores de un parto que está por venir. Padecimientos que, en la cruda realidad política, no vienen solos: nada de esto ocurrirá sin los ajustes de cuentas previos y el drama. Al más puro estilo mediterráneo.