Anora y las políticas de Hollywood

La obsesión tóxica de Hollywood por la prostitución puede tener dos causas: por un lado, el mostrar cuerpos femeninos desnudos raquíticos y, por otro, una mujer que finge, análogo al trabajo de un actor que debe convencer a su audiencia de algo que no es. Ese espejo parece gustarles a los jueces de la Academia y eso, tal vez, los obnubile a la hora de escoger la mejor película.

Por A.C. Mercado-Harvey

Si usted vio la entrega de los premios Oscar hace casi tres semanas, se habrá sorprendido con la entrega a mejor actriz a una desconocida actriz y a una película independiente que estaba en el radar de pocos. Hace tiempo que las películas independientes vienen ganando la estatuilla y los grandes estudios quedan mirando y aplaudiendo. Este fenómeno se explica porque desde que productoras independientes pueden hacer películas con menores presupuestos que las grandes, se pueden enfocar en historias diferentes, con guiones bien escritos, en clave de parodia o drama, pero con un punto de vista menos trillado. Este es el caso de la historia por la que Kieran Culkin ganó como mejor actor secundario en A Real Pain (Un dolor real). Se han hecho muchas historias sobre el Holocausto, sus efectos, etc., por lo cual no es fácil encontrar un nuevo ángulo. El actor, guionista y director Jesse Eisenberg encontró una historia diferente: la de dos primos que van a Polonia a conocer el pueblo desde donde llegó su abuela, quien cuando niña sobrevivió a un campo de concentración. El enfoque no está en el Holocausto ni en su horror, aunque están presentes, sino en el humor de la personalidad del personaje de Culkin. La actuación del hermano menor del actor de Mi pobre angelito, sin duda merecía un Oscar, pero el guion de Eisenberg también. En vez de ello se lo dieron al guionista de Anora, quien también se llevó el premio a mejor película.

El filme es bueno, merecía la nominación, al igual que la actriz, pero ganar es otra cosa. El asunto es que los Oscar siempre han sido premios que tienen que ver con asuntos políticos dentro de la Academia. En este caso, quien corría con la ventaja era Emilia Pérez, un musical sobre un capo narco que transiciona a mujer. La película dirigida por un francés completaba el check en varios casilleros necesarios para el galardón: originalidad, un tema liberal, buenas actuaciones, estrellas de Hollywood, etc. Sin embargo, la película con trece nominaciones sólo ganó dos: en la categoría de mejor actriz de reparto, Zoe Saldaña, y mejor canción original, “El mal”.

En las últimas semanas, esta producción de Netflix, ganadora del premio del jurado en Cannes y para la protagonista, Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña, Selena Gómez y Adriana Paz, comenzó a desinflarse en medio de las controversias generadas por el director Jaques Audiard y la propia Gascón. El director dijo, en una entrevista a un medio francés, que el español era el idioma de países en desarrollo, de gente pobre y de migrantes, un estereotipo bastante frecuente en Francia. Como si esto fuera poco, surgieron antiguos tweets de la protagonista con frases islamofóbicas, racistas y sobre el caso del asesinato de George Floyd en 2020, lo que llevó a la actriz a borrar su cuenta de X y a disculparse. Ya circulaban críticas de cinéfilos sobre el contenido: estereotipos de personas trans, del mundo narco, de México, etc., pero las controversias del Audiard y Gascón fueron las lápidas de Emilia Pérez.

Hollywood encontró pronto el próximo objeto brillante en la constelación cinematográfica: Anora, una película de un director independiente que ha hecho su carrera con filmes sobre la prostitución. El asunto es que la industria hollywoodense parece tener una obsesión bastante tóxica con esta industria, que en el lenguaje políticamente correcto se ha reinventado con el nombre de trabajo sexual. Hay un enorme número de actrices que han sido nominadas por interpretar prostitutas y 16, como Charlize Theron y Emma Stone, se han llevado el premio a mejor actriz o actriz de reparto por estos roles.

¿Por qué digo que la relación es tóxica? Porque muchas de estas ficciones sobre la prostitución son cuentos tipo Cenicienta, como es el icónico caso de Pretty Woman, una chica que es contratada por un fin de semana por un millonario, quien se enamora de ella. Lo que no es muy diferente de Cincuenta sombras de Grey, en el cual una mujer adulta y virgen es seducida por un millonario aficionado al sado masoquismo. Todo sacado de una extraña combinación entre cuento infantil y pornografía. He aquí el problema: la mujer como objeto en un caso princesa, en el otro juguete del deseo masculino. La objetivización de la mujer es precisamente la razón de la existencia del mal llamado trabajo sexual. Digo mal llamado, porque raramente es un trabajo normal. De partida, las prostitutas no reciben beneficios de salud, ni jubilación, son explotadas por un cafiche que se lleva buena parte de las ganancias. Además, están expuestas a enfermedades venéreas, el SIDA, la violencia, etc. Esa es la realidad de la prostitución.

¿Qué historias nos muestra Hollywood? La de Pretty Woman y alguna vez nos entrega algo más realista como Monster. Anora tiene ciertas virtudes, porque logra mostrar algunas realidades de la dura vida de una prostituta, como pobreza, vulnerabilidad, etc. También logra hacernos reír con un humor inteligente, que se mofa del absurdo de una sociedad que idolatra el poder económico. La historia tiene un twist, porque parte como Pretty Woman, pero nos entrega un panorama más realista. Como no quiero “spoilear” el filme, no daré más detalles de la evolución. El humor inesperado en lo absurdo de unos gánsteres rusos y armenios está muy bien logrado. La construcción del personaje de Anora por parte de la actriz Mikey Madison, es muy buena; la joven actriz logra conmover y hacer reír, mientras nos entrega un personaje complejo.

El problema está en el comienzo del filme que nos muestra a bailarinas exóticas haciendo su trabajo sin mayor intervención de un cafiche, ganando un buen dinero y sin mucho indicio de explotación. No hay duda que la prostitución en el Primer Mundo es mejor que en el Tercer Mundo. Sin embargo, no deja de ser un oficio abusivo y precario. Algo de eso aparece en la película, pero la idea de que una chica que trabaja en la prostitución sea “rescatada” por un millonario que se casa con ella es un cuento de hadas que raramente ocurre en la realidad.

La obsesión tóxica de Hollywood por la prostitución puede tener dos causas: por un lado, el mostrar cuerpos femeninos desnudos raquíticos y, por otro, una mujer que finge, análogo al trabajo de un actor que debe convencer a su audiencia de algo que no es. Ese espejo parece gustarles a los jueces de la Academia y eso, tal vez, los obnubile a la hora de escoger la mejor película. Dicho esto, el filme es entretenido, tiene un humor negro bastante cómico y las actuaciones son buenas. En mi opinión, no era para mejor película, pero vale la pena verla.

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