Aristóteles ayer y hoy (VI)

En esta reflexión sobre la filosofía de Aristóteles, Pablo Rojo nos plantea lo que podemos sacar de lecciones para nuestros tiempos, como que la razón no tiene nada que ver en la política, al menos en un régimen democrático y son esas cualidades las que hay que tener más en vista cuando se escoge a un político más que lo que dice, sus razones y argumentos, ya que es lo primero y no lo último lo que regirá sus decisiones que, a su vez, transforman y encauzan la vida en sociedad.

Pablo Rojo

Para terminar con esta exposición sobre Aristóteles, quisiera ya no mostrar la relevancia que una u otra teoría de su obra pueda tener para el saber contemporáneo, como hice en el caso de Platón, sino presentar una lección que su obra nos pueda entregar como personas del siglo XXI. Para ello, comentaré en lo que sigue una forma de interpretar su obra que nos dice algo sobre la condición humana y la forma en que las personas se organizan en sociedad para un buen vivir.

En la última entrega hice mención a Kant, el filósofo alemán del siglo XVIII que, con sus tres críticas, creó un antes y un después en la historia de la filosofía, es decir, todo autor que hace filosofía tiene que empezar o responder necesariamente a las cuestiones propuestas por él. Como se sabe, Kant crea el concepto de crítica para entender toda la metafísica pasada como el esfuerzo propio de la razón por comprender más allá de sus límites, esto es, más allá de lo que presentan los sentidos e ir a las cosas en sí mismas. Para Kant, el concepto de sustancia es una de las tantas formas en que la razón crea por sí misma para afirmar que efectivamente puede ir más allá de la concepción de las cosas humanas y tener una visión completamente objetiva de ellas, la llamada cosa en sí o noumeno. Además de esto, la razón tiene una forma precisa y constante en que presenta sus resultados, de manera sistemática y lógicamente válida, justificación suficiente para toda la filosofía pre-kantiana para afirmar que la mente humana puede conocer las cosas en sí mismas, proceder demostrativo que Kant califica, por eso mismo, como dogmático.

Mi exposición de algunos elementos de la obra de Aristóteles resalta por sobre todo la unidad sistemática de su pensamiento, a diferencia de Platón, quien prefirió la prosa y la poesía con el objetivo de alcanzar el mayor número de lectores y estudiantes, dada su posición como jefe de la antigua academia. Ahora bien, como toda lectura interpretativa, mi propia exposición como cualquier otra tiene sesgos e imprecisiones, lo que no quiere decir que sea errado lo expuesto hasta ahora.

Pues bien, me concentraré en lo que sigue en esa imprecisión y lo que quiero decir con esto es que la obra de Aristóteles no es el sistema cerrado perfecto y armonioso que se suele exponer. Si bien la metafísica, la lógica y las ciencias presentan una consistencia e interconexiones que justifican dicha interpretación, si se estudia, en cambio, su antropología es posible mostrar esas fisuras, las cuales, a mi modo de ver, pueden decirnos algo sobre la vida en sociedad en el siglo XXI, algo muy poco claro, pero algo, al fin y al cabo.

Con esto quiero decir que existen dos definiciones del ser humano que no son del todo exactas. Por un lado, y siguiendo su teoría de la definición como género y diferencia, se define al ser humano como un ‘animal racional’ y como tal el alma humana sigue necesariamente un camino intelectual que lo lleva desde lo sensible y los sentidos hasta los universales, la metafísica y dios, es decir, somos capaces de obtener por nuestras propias fuerzas anímicas el mayor de los conocimientos; por otro lado, define al ser humano como un ‘animal político’ y es aquí en donde la sistematicidad se pierde y la chance entra en juego.

¿Qué quiero decir con esto? Que en las obras propiamente morales y políticas, que tratan sobre la vida del ser humano ya no como individuo aislado, psicología si se quiere, sino que en sociedad, es que estas obras pierden esa coherencia y sistematicidad que caracteriza al resto de sus obras, como he querido mostrar a lo largo de todas las entregas anteriores y que justifica la interpretación canónica que comentaba al comienzo, pero que consideradas de esta manera, en su conjunto, se pierde esa sistematicidad enciclopédica, aquello que caracteriza, según Kant, a toda la metafísica dogmática, cuestión que se cumple por principio, esto es, por una necesidad inherente a la razón.

Se recordará que para Aristóteles aquello que caracteriza a la sustancia, en tanto ousía, es la vida, lo que en su forma más elemental tiene que ver con que la razón de ser del movimiento depende de la cosa misma y no de otro que lo mueve, o sea, el ser agente y no paciente. Todas las cosas naturales siguen un único movimiento, cuyo fin y objetivo último es la causa primera o Dios. Por tanto, el ser humano, considerado de manera individual, en tanto parte de la naturaleza también sigue dicho orden y objetivo. Pero la cuestión cambia por completo cuando se considera al hombre en tanto animal social o político, donde la cohesión y armonía social no se obtienen, objetivos de la vida en sociedad y que se corresponde con los objetivos, al menos en teoría, de todas las cosas naturales.

Parece ser que Aristóteles escribió sus obras morales y políticas ya no como parte integral de su propia obra, sino que como manuales de consulta para políticos y legisladores que rigen una ciudad y que quieren informarse sobre la manera más efectiva de ser un buen gobernante y tener una sociedad en armonía. Dicho discurso tiene ese objetivo porque la política y moral no siguen ese orden natural hacia el bien y la armonía, sino más bien tiene que ser enseñado a quienes rigen las ciudades-Estado para que así lo pongan o, al menos, intenten ponerlo en práctica. De esta manera, la moral y la política, para el filósofo griego, tienen que ver más con la educación que con las ciencias, es decir, que el Bien, aquello que gobierna a toda la naturaleza, pueda también organizar la vida en sociedad y que alcancen su objetivo último, dependiendo de la educación del gobernante para que dicho objetivo se cumpla o no.

¿Qué quiero rescatar con esto? Que las cualidades morales más que el conocimiento es lo que define al gobernante y sus políticas públicas. La razón no tiene nada que ver en la política, al menos en un régimen democrático y son precisamente esas cualidades las que hay que tener más en vista cuando se escoge a un político más que lo que dice, sus razones y argumentos, ya que es lo primero y no lo último lo que regirá sus decisiones que, a su vez, transforman y encauzan la vida en sociedad.

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1 comentario en “Aristóteles ayer y hoy (VI)”

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