Defender el Molino del Parque Koke

Está circulando una iniciativa para defender un legado patrimonial amenazado. Se trata del histórico molino Koke que está a punto de ser rematado y, probablemente, convertido para uso inmobiliario que eventualmente podría destruir su valor histórico, cultural y ambiental. Según informa la petición este sitio patrimonial conserva silos de molino con arte mural que constituyen un icono del paisaje urbano de la ciudad, un molino tradicional con turbina de agua, testimonio de una centenaria tradición arquitectónica agroindustrial, un pequeño parque de especies longevas, un pulmón verde en medio de una ciudad contaminada. Sin embargo, aparte del molino es un barrio con una connotación histórica que le otorga al sector poniente de la ciudad. Hete aquí la historia de un barrio patrimonial.

Por Edison Ortiz

Érase que se era. Un hombre que no quiere continuar la tradición familiar, y cuyo destino, al no ser el hijo primogénito, debería ser la Iglesia o al ejército. Rehúye ese destino, y emigra a un país lejano y extraño que por el momento sólo sabe que se llama Chile. Llega a esa nueva República, y aunque el joven de esta historia provenía de una familia con tradición y abolengo, una vez desembarcado se radica en la localidad de Viluco, y trabaja arduamente durante unos tres años como peón, hasta reunir algún capital. Se entera, luego, de que, en los alrededores de Rancagua, la familia Larraín quiere vender un pequeño Molino Artesanal, se interesa e invierte lo que tiene en comprarlo. El Molino crece, y junto con él la riqueza del fundador. Se comienza a vivir bien, viene el matrimonio y con él la prole, se viaja a Europa, se construye una amplia casa, se perfecciona el Molino… Y por qué no, se dan el lujo de ornamentar un hermoso jardín, que la posteridad conocerá como el “Parque Koke”, aludiendo así al apellido del fundador de la familia. El Molino sigue creciendo, también el Parque y la familia. Pronto viene la época de la cosecha y son los hijos los que llevan ahora la batuta, aunque las tradiciones no se pierden. Se sigue yendo a Alemania, al oriundo pueblo del fundador de la familia, se continúan trayendo especies para mejorar el Parque, y se es centro de atracción en esa ciudad, con más cara aún de poblado rural que de localidad urbana. Se está en la cúspide. Y es casi paralelo a ello que comienza el declive. Si, casi justo cuando aquel poblado empieza a crecer, y los campesinos de antes son los pobladores del presente, “los Vecinos”. El país ha cambiado, se ha comenzado a llenar de conflictos, y la otrora riqueza molinera se ha transformado en una pesada carga de impuestos, y “bandas de precios” que cada vez más minimizan la diferencia entre los costos y la ganancia, todo ello en medio de una urbe que ha transformado su déficit habitacional en su principal problema. Se hace insostenible seguir teniendo entonces un parque con las características que posee éste.

Fenómeno curioso son entonces, el Parque, la familia y el Molino. Cuando crecía uno, lo hacían recíprocamente los demás. Cuando uno se detuvo entonces, los otros no quisieron romper la armonía del conjunto: también se fueron muriendo poco a poco. Sólo sobreviviría el Molino, claro que, con otros dueños, en tanto la familia y el Parque fueron agonizando de a poco. De aquella, otrora gloriosa familia, sólo sobrevivirían algunos miembros, y el apellido se marchitó lentamente en la Biografía de las familias pudientes. Su apellido más bien sobrevivió en otra parte, en el barrio que fue su heredero, y que hoy quiere recomenzar su historia, precisamente en torno al viejo “jardín familiar”. Pero, para que adelantarnos, a una bella historia que ahora comienzo a relatar.

Don Federico Koke Jasper: El emigrante

El fundador de los Koke en Chile.

Tiene unos 12 años. Traje formal, postura rigurosamente vertical. Posando para una fotografía tal cual lo harán muchos de nuestros personeros públicos de fines del XIX. Mano derecha afirmada sobre su cadera, en tanto que la izquierda depositada sobre una pequeña mesa circular, y una mirada profunda y segura pérdida en el horizonte de la fotografía. Sólo la ausencia de textos sobre la mesa que contengan la palabra “LEX”, nos hace sospechar que no es un hombre de Gobierno, tal vez también su corta edad, que se hace evidente en la fotografía.  Nada nos hace prever, con excepción de su pérdida mirada, que aquel muchacho abandonará esa vida cómoda ya pronto y se embarcará a través del Atlántico a hacer fortuna en una de las más jóvenes y exitosas repúblicas de América del Sur. Comenzando de este modo, un contacto entre los desconocidos pueblos de Lingen, en Alemania, y de Rancagua, en Chile; que se prolongan hasta hoy.

En efecto, según el relato de Bernardo Koke, su abuelo le hace una finta al destino, rehuyendo ambas posibilidades. Se consigue entonces, a los 17 años de edad, un permiso con el gobierno alemán para eximirse del servicio militar[1], y en 1874 parte rumbo a América, en particular a Chile. En busca de fortuna y riqueza. Por de pronto deberá soportar los avatares de un largo y tedioso viaje que, después de tres meses, lo llevará a desembarcar en Valparaíso… la aventura comenzaba…

Una vez desembarcado en Valparaíso trabaja durante tres años en un pueblo cercano hasta que llegará a su oído un suave y agradable rumor: en las vecindades de Rancagua, un pueblo que por ahora le es desconocido, la familia quiere vender su pequeño molino, ya que no es posible seguir sosteniéndolo: “Mi abuelo, compra el pequeño Molino en unos $ 5.000 pesos de la época, y luego comienza a hacer funcionar y producir el viejo Molino. Así fue como empezó todo”, nos relató su nieto Bernardo.

Por cierto, una fotografía del Molino tomada hacia 1892, año en que se inaugura el negocio, nos muestra la vieja estructura del Molino, ya con las vigas adosadas, que hacen evidente, aun así, la débil composición de la fábrica familiar sustentada en gran parte sobre adobes. Salta a la vista, y se hace evidente La fragilidad de aquella composición, que como hemos mencionado se hará añicos con el gran terremoto de 1906.

Imagen del Molino hacia 1892.

Pero, también, fue de ese modo como siguió creciendo. Una fotografía del 1900 nos mostrará una nueva sección del Molino, construida en forma más sólida, con ladrillo, de unos tres pisos que perdura, y que hasta el año 1999 aun funcionaba. Ya hay varios empleados, algunas sirvientas. El negocio al parecer va bien. No estará lejano entonces el día en que el Molino hará grande la familia.

Tiempos de gloria

Y hete allí varias panorámicas del Molino. Son cuatro fotografías que simbolizan, y describen por sí solas su evolución. Las dos primeras nos muestran las remozadas estructuras del viejo Molino. No son, sin embargo, importantes por esto, sino más bien por el entorno que las rodea: allí están los bueyes, tan pausados como siempre, y detrás de ellos los cientos de Carretas que han tirado a lo largo de días, y no pocas veces semanas, hasta llegar al Molino trayendo el trigo para su procesamiento. El negocio sigue creciendo, los patios siguen llenos de Carretas. Las otras, dos confirman lo que hemos estado intuyendo. Primera toma: El nuevo Molino – que sus dueños actuales llaman “viejo”-, una sólida estructura de tres pisos levantada a comienzos del novecientos, hasta cuyo frontis se extienden dos vías férreas, que sin duda traen el trigo y sacan la harina para su venta. Sobre ella, y tal vez incluida en la misma hoja del Archivo fotográfico no por casualidad (todas son del año 1924), están las modernas maquinarias que multiplicarán por decenas el trabajo de producción.  Es la Edad de Oro del Molino, que coincide con la instalación de la vía férrea directa a San Antonio, oportunidad en que don Federico Koke Klasing, hijo del fundador, aprovechará para peticionar y lograr que se le instale una derivación hasta el Molino:“ Cuando se instala la línea férrea a San Antonio, y aprovechando la congestión que existía en torno a la Avenida Estación, provocada en algunas oportunidades por las carretas con trigo, es que mi padre pide que se le extienda la línea hasta el Molino… Fue en esa época cuándo llegaba trigo desde Talca o Curicó, y sacábamos la harina hasta San Antonio. Fue uno de nuestros mejores tiempos…” rememorará con nostalgia su nieto Bernardo.

El molino en época de su esplendor.

Es la época en que se envía a don Federico Koke Klasing a estudiar Ciencias Económicas a Alemania, serán los tiempos en que  se viajará seguido a Europa y se traerán nuevas especies arboríferas para el Parque, la familia aparecerá en el Diccionario Biográfico de Chile; se participará en los eventos más notables de la comunidad como los de aquella exposición que celebró  los doscientos años de la Fundación de Rancagua y que reunió a las familias más prestigiosas de la ciudad[2], como nos los recordará el Rancagüino “Hemos recorrido todos los stands y hemos recogido una impresión muy favorable. Entrando a mano izquierda comienza el stand de baldosas de Juan González e Hijos… los muebles de Sergio Miranda, todo fabricado en Rancagua, la Tostaduría de Mendoza, Koke y Cía. Mostrando una maqueta de su Molino…” (El Rancagüino”, octubre 8 de 1943, pág. 8).  A su vez don Pedro Koke señala que “una de las cosas que más recuerdo, y que me impactó mucho, fue ver la maqueta del Molino y del Parque que se hizo, ahí donde está hoy la Compañía de Electricidad, entre San Martín y O’Carrol, que se hizo, parece para celebrar los doscientos años de la ciudad.

Es el tiempo de la exhibición y el derroche: Allí están las celebraciones de las fiestas de la primavera en que los nietos del fundador -Federico, Bernardo, Pedro y Sibilla- posan junto a automóviles modernos, adornados con flores para la ocasión; es la época en que se invita a la Hacienda de Machalí a familias ilustres -los Sanfuente, los Gibson, los Jadeja, los Burke- incluso a las fiestas de año nuevo llegan primos desde Alemania. Es el tiempo en que se pasan temporadas en el oriundo pueblo de Lingen, como lo atestiguan las fotografías de los nietos Koke en la nieve alemana, es la época en que sirven el té en el parque… ¡Ah, el Parque!

Una imagen de la propiedad de los Koke.

Será por ello por lo que previo al mundial de fútbol de 1962, en que Rancagua será subsede corrió fuerte el rumor de que la casa familiar de los Koke será uno d ellos sitios que Albergará a alguna de las selecciones de fútbol que participarán del evento.

El Parque

La familia Koke, haciendo “las onces” en el parque.

Contra toda creencia que pudiese indicar que el Parque existió desde siempre, y que lo que hicieron los Koke no fue más que irlo mejorando, debo señalar que ella es absolutamente falsa. El Parque nace, crece, se desarrolla, y en alguna medida se extingue, con los Koke. Son ellos los que crearon aquel hermoso paraje que será, en el futuro, la fantasía de los habitantes de la Villa, y que creará todo un mito en torno a la fauna que habitaba allí. Recuerdo que, en 1999, haciendo un trabajo en el sector para el historiador Gabriel Salazar luego de entrevistar a casi 11 personas, y de haber conversado a lo largo de 4 meses con más de 30 habitantes del parque, comprobé la existencia de un verdadero mito sobre ello, y la mayoría que no conoció el parque original, dice que allí había Faisanes, Pavos Reales, cisnes de cuello negro, etc. Don Bernardo en cambio nos señaló que lo más extraño que hubo allí fue “un par de Ciervos que un amigo de mi padre de Chillán nos ofreció, puesto que la multiplicación de ellos en su propiedad hacía insostenible su excesiva presencia allí. También existió un Guanaco…”.

Sabemos que a fines de los 60, sobre los cimientos del viejo parque se construyó uno de los barrios más hermosos de la ciudad como lo es el parque Koke a través de la caja de empleados particulares (Empart).

El molino es un viejo resabio de otro tiempo y de otros hombres. Un patrimonio por el que hay que dar la batalla contra el negocio inmobiliario que tiene hecho pedazos a esta ciudad.

Ven y firma por la defensa de los Molinos del Parque:

https://www.change.org/p/firmas-por-la-defensa-del-molino-koke-el-patrimonio-se-defiende/exp/wa/washarecopy_490345167_es-419/0/1328094852?recruiter=1328094852&recruited_by_id=cad98540-baa4-11ee-83c4-9f595605a69c&utm_source=share_petition&utm_campaign=psf_combo_share_initial&utm_term=share_for_starters_page&utm_medium=whatsapp&utm_content=washarecopy_490345167_es-419%3A0


[1] El permiso se le otorga el 22 de marzo de 1874. Fotocopia de una copia que está en manos de Jaime Valenzuela. Jefe Administrativo del actual Molino Koke.

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