La lucha del INBA por un futuro sin fuego ni violencia

Abordar las secuelas de la tragedia padecida por estudiantes del Internado Barros Arana, que vendrán de la mano de la cicatrización, no será tarea sencilla. El resurgimiento del INBA no solo es un desafío institucional, sino un llamado a la sociedad chilena para superar las barreras del odio y la ignorancia. Es necesario romper los cerrojos mentales y aprender a ver a los otros más allá de los arquetipos identitarios personales.

@marcelenredes

Hoy, el Internado Nacional Barros Arana de Santiago enfrenta una dura prueba, y no solo por la experiencia personal de los jóvenes entre quince y diecisiete años afectados por las llamas hace unos días cuando algunos de ellos manipulaban una bomba molotov. La prueba mayor que enfrenta la comunidad del INBA es asegurar el «Nunca Más» a la violencia y el nunca más al abuso de la conciencia de los estudiantes en todos los establecimientos de educación. Para abordar ese desafío mayor, será tarea de los adultos enfrentar con perspectivas y enfoques más creativos la violencia de los violentos.

Este trágico episodio ocurrió justo cuando el INBA celebraba el inicio de un nuevo ciclo, inaugurado con la reciente aprobación de su declaratoria como Monumento Histórico Nacional y sitio de Memoria de derechos humanos, transformándose así en un símbolo de esperanza para la educación pública, luego del difícil momento vivido post estallido social y post pandemia. El internado comenzaba un nuevo proceso histórico en vías de recuperar su prestigio frente a la comunidad. La comunidad escolar, que había comenzado a sanar sus heridas y proyectar un nuevo ciclo de trabajo en lo pedagógico y psicosocial, vivía un momento de calma. Semanas atrás, estudiantes, apoderados, profesores, funcionarios administrativos y ex alumnos se reunieron en una peña folclórica, compartiendo un ambiente familiar y tranquilo. Imposible imaginar la amenaza de una tragedia como la que se avecinaba.

Con su reciente pintura y remodelación, el centro educativo fue protagonista de un reportaje en TVN hace un par de meses. En esa ocasión, el astrofísico y Premio Nacional de Ciencias Exactas, José Maza, resaltó cómo esta institución ha sido un espacio de formación valórica positiva a lo largo del tiempo. La nota destacó que en las distintas generaciones de exalumnos hay grandes personalidades que han encarnado el ideal del colegio: ‘buenos hijos seremos primero, ciudadanos conscientes después‘, tal como lo expresa su himno.

Lamentablemente, el atentado reabrió las heridas del historial de violencia pasada, generando una ola de críticas muchas de ellas injustas; el uso mediático y político de la tragedia sumado a las opiniones viscerales y polarizadas que rayan en la deshumanización, amenazan con eclipsar los logros alcanzados. No solo eso, sino que además han reforzado al extremismo que utiliza ese mismo odio para contaminar a estudiantes cooptados como reclutas de idearios que fomentan la conducta violenta no solo en el INBA, sino también en otros establecimientos emblemáticos.

Según la investigación realizada hasta ahora por parte de las policías, no se descarta la participación de adultos como aconteció en julio de 2023 en los incidentes que se vivieron en las proximidades del Liceo Barros Borgoño. Similar situación denuncian los locatarios aledaños al Instituto Nacional, donde el panorama de la violencia, piedras y molotov es de todas las semanas, cuestión tan normalizada que desde la prensa hasta las autoridades dejaron de prestarle la debida atención. Por ello la explosión en el Internado Nacional Barros Arana es injusta, no sólo como una manifestación de lo que quiere representar, lo que es o ha sido sino también porque en sus muros se ha logrado vincular un sentido de identidad que articula la complejidad y diversidad de estudiantes y exalumnos de todo Chile, abarcando clases sociales, credos y orientaciones ideológicas. Su comunidad es un microcosmos humano que refleja la realidad de la sociedad chilena en todos sus tonos, incluidos bemoles y sostenidos.

Es en estos momentos críticos cuando la inmensa mayoría de los inbanos no violentos, más allá de las diferencias y generaciones que nos distinguen, debemos encauzar un esfuerzo de apoyo y entendimiento hacia las familias afectadas y la comunidad asolada no solo por el caos del fuego, sino contra el acoso del uso político de los medios y las redes sociales que intentan demonizar a los estudiantes y a todos los estamentos del internado. Peor cuando viene de fuego amigo.

Abordar las secuelas que vendrán de la mano de la cicatrización no será tarea sencilla. El resurgimiento del INBA no solo es un desafío institucional, sino un llamado a la sociedad chilena para superar las barreras del odio y la ignorancia. Es necesario romper los cerrojos mentales y aprender a ver a los otros más allá de los arquetipos identitarios personales.

Tampoco merecen las familias afectadas y la comunidad inbana en general que las estigmaticen por los actos violentos de un grupo reducido que, dicho sea de paso, está presente en varios establecimientos públicos emblemáticos. Al día de hoy, hay jóvenes con el ochenta por ciento de su cuerpo quemado y otros lastimados al socorrer a sus compañeros afectados. El hecho de tener una ideología política que equivoca en su comprensión de la violencia, no hace merecer a estas familias el recibir fuego desde la violencia digital amparada en la comodidad de un celular, con mensajes que usan el lenguaje como bencina para expresar escasa humanidad a través de medios y redes sociales, donde el sentimiento de conmiseración, prácticamente no existe.

Los aprendizajes y la invitación a la reflexión estarán marcados como un proceso doloroso; los estudiantes tendrán la oportunidad de resarcir los errores cometidos para que el “nunca más fuego en el INBA”, enseñe conductas críticas hacia las ideologías que validan la violencia: combatir en las lides del bien no significa solo resistir a la violencia, sino aprender de ella y transformarla en sabiduría para resolver conflictos de manera sana y pacífica.

Los adultos escondidos bajo la sombra del anonimato, involucrados en la participación de estos hechos, deben responder ante la justicia junto con terminar de jugar a la guerra, abusando de la conciencia de niños de todos los establecimientos públicos. La violencia hunde sus raíces en aquellos líderes y lideresas políticas que hoy desvían la mirada al cielo, desconociendo las monsergas que en su tiempo azuzaron a los violentistas, prestándose para avivar la cueca que ha dejado a la nación tal como está. Y esto porque son responsables pasivos de que, al cierre de esta nota el domingo 27 de octubre el Ministerio de Salud informe que de las 35 personas afectadas inicialmente, 23 se encuentran hospitalizadas, de ellas una en estado de extrema gravedad y 7 en estado crítico.

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24 Horas Reportajes: INBA monumento histórico, rescatando los tesoros del internado | 24 Horas TVN

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