Más viejos, más solos, más desconfiados, con menos esperanza

La última encuesta Bicentenario de la Universidad Católica nos recuerda la sociedad en la que vivimos, con gente cada vez más sola, aislada, desconfiada, características que se acentúan en mujeres pobres mayores de 55 años.

Por equipo de El Regionalista

Mientras los estudios sobre desarrollo humano han situado a Chile con buenos indicadores (aunque con sombras) sobre la sociedad que construimos, la Encuesta Bicentenario de la Universidad Católica ahonda en cómo se están dando los vínculos entre chilenas y chilenos, y entre las personas y sus instituciones, particularmente con el Estado.

La encuesta realizada entre octubre de 2023 y febrero pasado, y dada a conocer hace unas semanas, fue aplicada a cerca de 1.600 personas de núcleos urbanos del país, con entrevistas cara a cara.

Respecto de los hallazgos aportados por la encuesta en lo relacionado con cohesión social, los datos son sugerentes:

  • El 19% de quienes respondieron la encuesta declara no tener ningún amigo; en la versión 2015 esa cifra estaba en el 16 %. El 26% de quienes superan los 55 años estaban en esa situación y un 28% de personas del estrato socioeconómico bajo declaró también no tener amigos.
  • Hay una cantidad significativa de personas que se siente sola la mayor parte del tiempo o siempre: un 22% de quienes están entre los 18 y 24 años; un 20% entre mayores de 55 años.
  • Un 13% de las personas no sabe el nombre de ningún vecino/a, el doble que en la encuesta de 2015.
  • El 68%, casi 7 de cada 10, no participa en ninguna organización.
  • Solo 19% cree que puede confiar en la mayor parte de las personas: la encuesta de 2015 arrojó un 23 %
  • 26% cree que pertenece a un grupo discriminado, menospreciado o al que se le falta el respeto. Así se siente un 32% de las mujeres; igual cifra se da entre las personas mayores de 55 años y la sensación en el estrato bajo la tiene un 35% de las personas encuestadas.
  • 54% está en desacuerdo con que vive en una sociedad que va a proteger sus derechos. Mujeres las que más, con un 57%, casi 6 de cada 10.

Las cifras siempre llevan a preguntas y las que están en los párrafos previos, aún más.

Mirando desde nuestro rincón entre cordilleras, es bueno recordar lo que movió a quienes tomaron la administración del Estado, al recuperar la democracia, hace ya acontecidos 34 años. La idea fue armar un andamiaje institucional que sumara a todos y todas a la mesa. No más sacrificios de unos en función de otros ni menos la postergación de grupos significativos de la población en aras de los equilibrios económicos. Tengamos presente que en el inicio de la transición estaban aún frescos varios hechos crueles, como la decisión de Hacienda en los 80, plena dictadura, de congelar el reajuste de pensiones, aunque estaba definido previamente. Importó más el déficit fiscal.

Pues bien, una estructura institucional sana, preocupada por las personas, requiere también gente relacionada, organizada en barrios o grupos de interés, en diálogo y, por cierto, con un mínimo de confianza de unas por otras. En esa interlocución se incuba el conocimiento de los gobiernos locales, regionales y nacionales sobre lo que está sucediendo con la población, base de una administración aterrizada en las respuestas a la ciudadanía.

Las cifras indicadas son, por lo dicho, amenazantes. Personas cada vez más aisladas, situación que afecta aún más a mujeres pobres, mayores de 55 años que se sienten más discriminadas que sus pares de otros segmentos etarios, constituyen un cóctel difícil de manejar para una sociedad como la nuestra que ya acumula una serie de elementos de tensión y desigualdad.

Pero la falta de cohesión social, que es lo que muestran estos datos, es también un mal signo para los esfuerzos de desarrollo. En la cohesión (sustentada en organizaciones, en sociedades vivas, relacionadas) está la argamasa sobre la que se han construido esfuerzos exitosos de desarrollo de territorios.

Más longevos, más solos, más aislados, más desconfiados, con expectativas más pobres sobre la sociedad en la que vivimos. Y todo eso, amplificado respecto de las mujeres.

La alerta es para toda la sociedad y, dentro de ella, para sus variados grupos políticos.

Si recordamos la frase de esta semana del presidente ultraliberal argentino, Javier Milei, que advierte que el Estado no debe hacer nada frente a una muerte por hambre, porque “alguien lo va a hacer”, toca hacer la pregunta. ¿Quién lo hará en una sociedad con gente cada vez más sola y más aislada?

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