Padres y no amigos, reflexiones sobre la adolescencia

Luego de ver la serie Adlolescence de Netflix, me he situado en mi rol frente a mis hijos. Personalmente tengo la convicción que la crianza te debe llevar a lugares, momentos y conversaciones tremendamente incómodas. ¿Por qué pretender ser amigo de tus hijos? Nunca estaré de acuerdo. Aspirar a tener una relación simétrica con nuestros hijos es quitarnos la responsabilidad de poner límites, de educarlos, guiarlos y acompañarlos en sus luces y sombras.

Por Claudia Díaz

Ver la serie “Adolescencia” y a la vez ser padre o madre de un adolescente te estremece. Es impresionante cómo logras conectar principalmente con la angustia, la incertidumbre, el dolor. No pretendo hacer una oda al plano secuencia, guión y actuaciones de esta serie de Netflix, un pack sin duda de lo más impactante y alucinante que he visto a nivel de series, mi reflexión apunta más bien a la crianza y cómo nuestros miedos y sombras están impactando negativamente de forma involuntaria en quienes más amamos. Es que no repetir patrones tóxicos y ser padres amorosos y comprensivos nos ha llevado a un lugar demasiado autocomplaciente.

Personalmente tengo la convicción que la crianza te debe llevar a lugares, momentos y conversaciones tremendamente incómodas. ¿Por qué pretender ser amigo de tus hijos? Nunca estaré de acuerdo. Aspirar a tener una relación simétrica con nuestros hijos es quitarnos la responsabilidad de poner límites, de educarlos, guiarlos y acompañarlos en sus luces y sombras, sin olvidar nunca que somos sus certezas y en nosotros buscan la mayor parte de sus respuestas al mismo tiempo que su amor más incondicional.

Un no, tiene el valor de la experiencia y madurez de la que carecen, del proteger, de cuidar, de su bienestar. No es negociable estar frente a una pantalla el tiempo que quieras, no es negociable llegar o dormir a la hora que te parezca, no es negociable no almorzar en la mesa y compartir en familia, no es negociable que no le dediques horas de tu semana a una actividad deportiva o artística, no es negociable que no comas saludable, no es negociable que seas irresponsable con tus estudios, no es negociable que faltes el respeto o te burles de los demás, no es negociable que creas todo lo que lees o escuchas en las redes sociales, te exijo “reflexión crítica”, cuestiona, verifica.

Pero ojo, jamás tendrán el mismo impacto esos “no negociables” si no existe la coherencia necesaria en tu ejemplo y el generar una mínima distancia entre lo que digo y lo que hago, eso sin duda marca la diferencia. La crianza es un desafío complejo, de fuertes emociones, creo profundamente en la importancia de la inteligencia emocional y que debemos educarnos para educar, así como también en la necesidad de guiar a nuestros hijos para un mundo que a veces resulta muy hostil, con personas que les harán daño, con situaciones complejas de enfrentar, momentos duros donde debes hacerte impermeable a los juicios y a pesar de las caídas te debes volver a levantar.

Asumamos con franqueza y realidad que no siempre estaremos ahí, que no siempre van a confiar necesariamente en nosotros, pero es justo ahí, en medio de la soledad y la tormenta que nuestras palabras, creencias y enseñanzas deben resonar e instalarse como un tatuaje poderoso, al alero de una autoestima indestructible que no logre derribar su dignidad. Involucrarse, acompañar, estar alertas, construir una relación de confianza siempre debe ser un propósito y compromiso inclaudicable con nuestros hijos. Normalicemos con ellos que no siempre todo va a estar bien, que no todo va a resultar como lo planificamos, que la frustración es parte de la vida y a pesar de eso debemos continuar dirigiendo el timón de nuestro barco. Conversa con tus hijos de tus éxitos, pero también de tus fracasos, del como superaste malos amores y amistades que no siempre te hicieron bien. Escuchar sin juzgar es lo que más cuesta, es un ejercicio diario con nuestros hijos, somos generaciones muy distintas, pero deben comprender que el consejo con más amor siempre vendrá de ti y que eso no significa decirte lo que quieras escuchar, de eso se trata el amor de padres, de palabras sinceras, de abrazos profundos, de que puedes contar conmigo siempre.

Por último, enseñémosle a ser asertivos y compasivos, inclusivos y tolerantes, a defender su verdad, pero no perder de vista que no es la única, que hay tantas verdades como personas en la tierra, a ser genuinos y que la felicidad está en uno mismo y es una elección personal; que cuando te equivocas es cuando más aprendes y que la vida es un reto por el  que vale la pena siempre apostar,  que no somos un molde donde siempre debemos encajar, pues somos evolución, somos libertad y el hoy es nuestra única certeza. Amor infinito para mi adolescente Fran y mi pequeño Pedro.

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