David Allen Harvey
En la tarde del 15 de abril de 2019, un incendio devastó uno de los monumentos más valiosos y queridos de la civilización occidental: la catedral de Notre-Dame, en el corazón de la ciudad de Paris. Destruyó el techo entero, causó graves daños a su interior, y sólo quedaron sus pilares y cimientos como un esqueleto yaciente y sufrido. El hecho fue lamentado en Francia y en el mundo entero, a causa de la pérdida aparente de un parte importante del patrimonio de la humanidad. El presidente galo, Emmanuel Macron, prometió entonces que la catedral se reconstruiría dentro del plazo de cinco años, lo cual muchos observadores consideraron entonces como imposible. Pero el estado francés, que invierte más que casi cualquier otro país del mundo en arte, cultura, y patrimonio, movilizó sus recursos, y una alianza filantrópica que unió a las grandes fortunas del país (los dueños de L’Oreal, Louis Vuitton, etc.) y los francófilos alrededor del mundo recaudó los fondos necesarios para una obra gigantesca. Después de cinco años de trabajos intensivos, el templo católico más famoso de Francia reabrió sus puertas a los feligreses el 7 de diciembre de este año, un fénix deslumbrante que renace de sus cenizas.
La historia de la catedral de Notre-Dame (Nuestra Señora) de Paris remonta a la época medieval. El siglo doce fue una época de florecimiento de arte y cultura en el norte de Europa tras varios siglos de atraso relativo. El reino de Francia, después de siglos de división y conflicto interno tras la muerte de Carlomagno, se consolidó de nuevo bajo la dinastía capetiana y reyes ambiciosos como Felipe Augusto. Un nuevo estilo arquitectónico surgió en el norte de Francia en aquella época: el gótico. Al contrario de la solidez y oscuridad del estilo romanesco que predominaba hasta entonces, con edificios más bajos, muros gruesos, y poca iluminación, el estilo gótico aspiraba a la luz y a las alturas, como una nueva Torre de Babel para llegar al mismo cielo. Para alcanzar esta meta, se construyó con pilares más altos y delgados y con muchos grandes ventanales multicolores para resaltar la luz. Todo esto fue posible gracias a avances en la ingeniería y técnicas de construcción medievales, con innovaciones como los techos abovedados y contrafuertes voladores exteriores a la estructura para redistribuir el enorme peso de las piedras de construcción y permitir el ingreso de luz. Muchos siglos después, el poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió que el gótico (que él consideraba, erradamente, como un estilo germánico) representaba: “al alma faustiano proyectándose hacia lo infinito”. Notre Dame de Paris fue la primera obra maestra del nuevo estilo de arquitectura sagrada, y su construcción duró más de un siglo: comenzó en 1163 y se acabó en 1345. Después sirvió como inspiración para la construcción de nuevas catedrales góticas en toda Europa: en Chartres, Canterbury, Estrasburgo, Milán, Sevilla, y Colonia, entre otras.
La historia de la catedral de Notre Dame está estrechamente ligada a la de su patria. En la época medieval y renacentista fue uno de los centros eclesiásticos más importantes de Francia y, como sede del arzobispo de Paris, una especie de capital del catolicismo galo. Su importancia declinó en los siglos XVII y XVIII con el retiro de la corte real de Paris a Versalles y el aumento de escepticismo religioso de la Ilustración. Con el auge del neoclasicismo en el siglo XVIII, el estilo gótico cayó en desgracia, y templos neo-romanos como el Panteón y la Madeleine se pusieron más de moda. Notre Dame, al igual de los otros centros de culto católico, fue clausurado durante la Revolución francesa, cuando fue convertido en un efímero “Templo de la Razón” y luego usado como bodega. Napoleón reabrió la catedral en 1802 y en 1804 tuvo su coronación imperial entre sus paredes. Pero el renacimiento verdadero de Notre Dame fue obra del movimiento de romanticismo del siglo XIX, con su veneración del pasado medieval y su nueva apreciación de las glorias artísticas y arquitectónicas del estilo gótico. El novelista Víctor Hugo llamó la atención del público francés al venerable edificio, entonces casi cayendo en ruinas, en su obra Notre Dame de Paris (1831), y gracias a esta publicidad, el rey Luis Felipe y luego el imperador Napoleón III dieron su apoyo a los trabajos de restauración del arquitecto Eugene Viollet-le-Duc, un experto del estilo gótico quien también restauró la masiva fortaleza medieval de Carcasonne en el sudoeste de Francia. La catedral restaurada se convirtió en uno de los máximos símbolos de la nación francesa. El 20 de agosto de 1944, cuando se acercaba la liberación de Paris, tras cuatro años de ocupación nazi, Adolf Hitler dio la orden de destruir Notre Dame y otros símbolos de la civilización francesa, pero el general alemán con el mando de la capital, Dietrich von Choltitz, un admirador de la catedral, dejó la orden sin efecto. Una semana después, el 26 de agosto, el general francés Charles de Gaulle celebró la liberación de la ciudad con una misa de Te Deum en Notre Dame.
Tras el incendio, las tareas de renovación de la catedral fueron monumentales.
Aunque la estructura se mantuvo intacta, había que reconstruir el techo y la torre principal, destruidos por el fuego, y restaurar las pinturas, esculturas y ventanales dañados por el humo. Todo esto exigía técnicas artesanales tradicionales y mano de obra calificada y comprometida. El proyecto de restauración hizo un llamado a carpinteros, pintores, y escultores a lo largo de Francia y en el exterior, para quienes tuvieran la disponibilidad de venir a Paris, formarse en técnicas medievales que ya casi no existen, y hacer un trabajo minucioso y cuidadoso para proteger lo que se había salvado de las llamas y remplazar las piezas consumidas por el fuego. El proyecto duró cinco años, tal como predijo el presidente Macron, y los artesanos y artesanas que lo realizaron formaron una especie de hermandad—varios, en entrevistas, dijeron que sintieron una vocación cuasi religiosa al trabajar para restaurar uno de los templos más célebres del mundo.
Cuando se abrieron las puertas para revelar los resultados de la obra, fue una revelación para todos los visitantes. Yo había visitado la catedral de Notre Dame en varias ocasiones antes del incendio, entre 1992 y 2018, y lo que siempre me llamaba la atención eran los ventanales coloridos, que ilustraban escenas de la historia sacra y representaban a los santos de la tradición católica. En aquel tiempo, el interior de la catedral, aunque iluminado por colores brillantes desde los ventanales en lo alto, se veía bastante oscuro y sombrío, con los muros de piedra gris y las pinturas de colores oscuros. El proyecto de restauración tuvo la meta de volver la catedral a su esplendor original, limpiando los muros de siglos de manchas de humo y repintando los cuadros, desteñidos por el paso de los años, en sus colores brillantes originales. Por lo que he podido ver por las imágenes en la televisión, el efecto es de un resplandor impresionante, con los pilares de piedra blanqueados y los cuadros, ilustrando escenas de la vida de Jesús, de la Virgen, y de los santos en colores alegres y llamativos. Estoy ansioso de poder volver a Paris cuanto antes para ver la catedral de Notre Dame como sus diseñadores medievales la habían soñado. Invito a todos los que tienen la posibilidad de viajar a Europa a no perderse esta maravilla gótica en el centro de la Ciudad de Luz.