Milton: Cómo se sobrevive el impacto directo de un huracán categoría 3

Este pasado jueves 8 de octubre tocó tierra uno de los huracanes más devastadores de los últimos cincuenta años. Milton tocó tierra en Siesta Key, Sarasota, a doce kilómetros de Alicia y David, miembros de nuestro equipo de El Regionalista, quienes nos cuentan en esta crónica la terrible experiencia de sobrevivir un evento meteorológico de estas características.

A.C. Mercado-Harvey y David Harvey

Pese a lo distante, en Chile le dieron como bombo en fiesta al paso del Huracán Milton en Florida. El morbo no tiene límites y cuando se trata de mantener a la gente pendiente de las tragedias, no se escatiman esfuerzos. Tal vez lo más ridículo fue la puesta en escena de Constanza Santamaría con un impermeable amarillo en un estudio televisivo con efectos especiales que tenía gráfica y sonido de una tormenta. Es bien absurda toda la parafernalia cuando en Chile es solo decir la palabra tsunami para que muchos tengan clarito de qué se trata un fenómeno de inundación violenta en cuestión de minutos; también se puede decir tromba marina para explicar un tornado. Ya el fenómeno completo de un huracán es más difícil de explicar, pero no así la devastación que provoca. Para que cualquiera lo entienda bien en Chile, los resultados fueron comparables al cataclismo del 2010. Probablemente haya menos muertos, porque, en esta ocasión, la gente hizo caso a las alarmas. Recién había pasado Helene que inundó buena parte de las ciudades costeras de Florida. Tal vez la pérdida en vidas sea menor, pero no así los destrozos materiales que son muchos más que los que ocurrieron en Chile en 2010. En parte, porque las propiedades en Siesta Key, Sarasota, Tampa, Bradenton, etc. son de mayor valor. Recordemos que el Chino Ríos tiene su casa en Siesta, donde impactó el huracán. Ese es el nivel socioeconómico de la gente que vive allí. El escritor Stephen King también tiene allí una de sus casas. Por otra parte, en Chile hubo menos destrucción porque las construcciones son de mejor calidad para sobrevivir un terremoto de gran intensidad. En Florida son pocos los que tienen casas a prueba de huracanes, ya que el costo es prohibitivo: hay que tener un techo de metal, ventanas de doble panel, etc.

Lo que no todos saben es que hay muchas personas que viven en casas de material ligero, prefabricadas, etc. Esa es la pobreza por estos lados, y la gran desigualdad entre los que viven en mansiones a la orilla de la playa y los que viven en casas rodantes. Nosotros vivimos en una casa normal, de clase media, y sobrevivimos a esta catástrofe, pero no fue fácil. Estamos acostumbrados a los huracanes, así como la gente lo está a los terremotos. En 24 años hemos pasado por una decena de estos eventos climáticos, pero nunca antes nos había golpeado de modo tan directo. Sarasota no tenía un huracán desde 1921, o sea, hace 103 años. Estaba claro que esto tenía que pasar tarde o temprano. Una de las diferencias entre terremotos y huracanes es que estos últimos se saben con antelación.

Cuando se acerca un huracán, uno tiene dos opciones: o se prepara o arranca. Muchos no entienden que evacuar es muy difícil en una península con 21 millones de habitantes, o sea, un poco más que la población de Chile, con dos carreteras principales que van del sur al norte. Las carreteras de Florida suelen colapsarse en ambas direcciones en temporadas altas del turismo, y cuando hay una emergencia como un huracán, quedan absolutamente paralizadas. Uno de los peligros mayores es que se acaba la bencina y uno puede quedar parado en el medio del camino, lo que es infinitamente más peligroso. Otro factor importante es que uno no sabe la localización exacta del impacto–por eso, los meteorólogos hablan del Cone of Uncertainty (cono de la incertidumbre), metáfora bastante literaria para señalar una verdad importante—uno no sabe exactamente por dónde pasará el huracán, y por lo tanto, no sabe dónde uno estará a salvo. Aprendimos esta lección hace veinte años con el Huracán Charley de 2004. El pronóstico lo apuntó hacia Tampa, y muchos residentes de dicha ciudad se arrancaron hacia Orlando, a unos cien kilómetros tierra adentro. Sin embargo, al final, el huracán tocó tierra más al sur, en el pueblito de Punta Gorda, y luego se dirigió directo hacia Orlando, donde mucha gente de Tampa se había refugiado. 

Muchos nos preguntaron, ¿por qué no evacuaron? La respuesta es muy clara: no estamos en ninguna zona de evacuación. Siempre las evacuaciones se piden para las zonas A (al lado del mar) y se sigue a B, C, D, y E, si la cosa se ve muy mal. Estamos fuera de todas estas zonas, a 12 kilómetros de la playa, lo cual es suficiente para estar fuera de peligro de inundación por marejada. Además, en un sector fuera de los límites de la ciudad frente a una escuela que es albergue. Por la misma razón ninguno de nuestros vecinos evacuó. Uno tiene conciencia que hay gente que no tiene otra opción que evacuar y, por tanto, uno no debe congestionar aún más las carreteras. Así de simple, se debe pensar en los demás también. El miedo siempre está, pero uno sabe más o menos lo que se viene. Por lo tanto, nos quedamos y nos preparamos para lo que venía.

El fenómeno del huracán comprende varios peligros: los vientos en sí mismos, las altas marejadas en el borde costero, los desbordes de ríos, canales, y lagos por la cantidad de lluvia que cae, y los tornados. El impacto de estos peligros no es simultaneo. Las marejadas suben lo más alto cuando el huracán toca tierra e inunda el borde costero con un efecto tsunami que arrastra todo y no da mucha posibilidad de sobrevivencia para quien está en el camino: por eso, las ordenes de evacuación de las zonas costeras cuando se acerca el huracán. Los vientos son más feroces por donde pasa el ojo del huracán, y pueden provocar muchos daños materiales, pero normalmente no son tan letales, excepto en casos donde alguien queda aplastado por los árboles que caen. Las inundaciones por lluvia son secuelas que se agravan normalmente después del paso de la tormenta, y afectan zonas vulnerables por su geografía. Por ejemplo, la catástrofe del Huracán Katrina, en 2005, sucedió después del paso del huracán mismo, cuando la lluvia acumulada sobrepasó las barreras e inundó barrios pobres de la ciudad de Nueva Orleans, de baja elevación. 

En el caso del Huracán Milton, la mayoría de las víctimas murieron por el paso de tornados, en sectores al otro lado del estado que ni siquiera estaban en el cono. En nuestro barrio no pasó casi nada en términos de destrozos. Solo una casa con un techo antiguo tuvo un daño mayor y se volaron casi todas las tejas de un lado, a nuestro vecino se le cayó el enrejado de madera completo. A nosotros nos pasó lo típico: se nos volaron mallas del mosquitero de la piscina y volaron ramas de los 4 robles que hay en nuestra propiedad, unas latas del techo se abrieron, pero aparte de eso no pasó más. En St. Petersburg, a 70 kilómetros al norte los desastres fueron espantosos: se voló el techo completo del estadio de béisbol, se inundaron las calles del centro y muchas casas tuvieron daños importantes, además les cortaron el agua por el rompimiento de cañerías. En Venice, una ciudad a 30 kilómetros de Sarasota hubo inundaciones catastróficas. En Tampa, a 100 kilómetros al norte mucha gente terminó con sus viviendas inundadas y daños a techos en sus propiedades. En el lugar del impacto, Siesta Key, hubo enorme pérdida material, pero la mayoría de las personas que allí viven son millonarias y están aseguradas hasta los dientes. Dicho esto, habrá un gran impacto en una ciudad que vive del turismo.

El aeropuerto de Sarasota estará cerrado por dos semanas debido a los daños—se le voló el techo al terminal principal. Nosotros estuvimos casi 48 horas sin luz, nada considerando que el 75% de las personas quedaron sin electricidad en Sarasota. En dos días restauraron servicios a casi 200.000 clientes y quedan solo poco más de 100.000. En los condados donde están Tampa y St. Pete se demorarán casi una semana porque son muchos más habitantes. El total al momento del impacto fue de más de 3.5 millones de personas sin luz en todo el estado. Impensable que en Chile se restaure el servicio a casi 200.000 personas en 2 días. Y los daños son por el mismo motivo: caída de árboles sobre el tendido eléctrico. Acá hubo preparación de días, con camiones de la compañía de electricidad en el estacionamiento de una arena local (tipo Movistar Arena) que comenzaron a trabajar en cuanto pasó el huracán.

Volviendo al tema de sobrevivir una experiencia así, lo principal es prepararse con antelación. Hay que recoger todo el patio, proteger objetos de valor que puedan estropearse con el agua porque, aunque uno no esté en una zona de inundación, un tornado puede volar el techo y el agua entra a la casa. Hay que poner en plástico ziplock todo tipo de documentos importantes como: pasaportes, prueba de seguro de la casa, etc. Como nosotros trabajamos con libros, empacamos los más importantes en bolsas grandes de plástico sellado y luego en maletas. Después de esto cubrimos ventanas con planchas de madera para ventanas convencionales y unas lonas de chaleco antibala para las ventanas termopanel. También hay que aperarse con comida que se puede cocinar en una parrilla para después del huracán (las cocinas acá son eléctricas), botellas de agua y linternas LED, una radio a pilas de buena calidad, un botiquín de primeros auxilios, un colchón que quepa en un walk-in closet (en caso de tener que refugiarse por tornado) y tapones para los oídos si uno es sensible al ruido.

La experiencia no es para nada agradable. El ruido es absolutamente ensordecedor. Uno piensa que se le va a caer un edificio encima. Es como estar dentro de una coctelera, excepto que uno no se mueve, pero todo lo que está afuera sí. Los chilotes son los que han vivido lo más cercano a un huracán con los temporales que ocurren allá. Con la diferencia que los vientos acá fueron de hasta 180 kilómetros por hora a ratos. Lo más duro del evento duró 5 horas. Comenzó con lluvias por la mañana del miércoles 8 de octubre. Las primeras ventoleras fuertes empezaron alrededor de las 7 de la tarde. La luz se cortó y volvió y luego definitivamente a las 8 pm. Milton tocó tierra a las 8:40 de la noche, los vientos llegaron a 180 kilómetros por hora y alrededor de las 9 pm se sintió un silencio ensordecedor, terrorífico. Eso es lo que se llama estar en el ojo del huracán. No corre ni una brizna, solo se escuchan los sapos a lo lejos. Es una sensación bastante siniestra, por decir lo menos. En la radio seguían advirtiendo que no era que hubiese terminado. Y efectivamente, 30 minutos más tarde recomenzó la ventolera con más fuerza y eso duró hasta la una de la mañana. Recién a esa hora pudimos dormir. ¿Qué hace uno todas esas horas escuchando el ruido del viento? Alicia hace lo que me da más paz y tranquilidad en el mundo: leer, con linterna en mano. David escuchó todo el rato la radio mientras seguía el mapa del cono en su teléfono. Otros rezan, otros meditan, otros gritan, echan garabatos, otros bromean, algunos afortunados duermen, etc. El abanico del comportamiento humano es amplio y variado.

El día siguiente generalmente es un día soleado y hermoso. Normalmente baja la temperatura. Tras el paso de este huracán bajó la temperatura de 34 grados a 27, lo cual fue un alivio sin aire acondicionado. El sol no ha salido en todo su esplendor aún. Nuestro pequeño paraíso terrenal sobrevivió a los embates de Milton. Una rara coincidencia de nombres, uno de los poetas más reconocidos en el habla inglesa fue John Milton (1608-1674), quien escribió el famoso poema épico Paradise Lost (El paraíso perdido). El chiste se escribía solo, pero afortunadamente este Milton no destruyó el paraíso que es Sarasota, pero sí le hizo un tremendo daño. Esta vez nos libramos de la destrucción total, pero gracias a la mano del hombre con el calentamiento global, quién sabe qué pasará con otro de mayor intensidad. Nuestra posición geográfica nos ayuda bastante. Por algo no habíamos tenido uno directo en 103 años. Sin embargo, con el calentamiento extremo del agua marina vendrán más y peores.

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