A.C. Mercado-Harvey
Ayer 10 de enero se cumplieron 68 del fallecimiento de la mayor poeta que ha tenido Chile y una de las mejores poetas de todos los tiempos, corroborado al ser la primera mujer que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1945. Mistral es un personaje que en Chile se ha entendido poco y, seamos francos, la mayoría la conoce como la señora que aparece en el billete de cinco lucas. Durante muchos años Mistral se promocionó como la profesora, la “madre de Chile”. En el colegio nos hacían leer y memorizar los peores versos de Mistral como los famosos “piececitos de niños azulosos de frío”. Con esto no quiero decir que este sea un mal verso, porque no lo es. De hecho, transmite una poderosa imagen de la pobreza que vivenció Mistral en sus años en Vicuña y Monte Grande en el Valle del Elqui. Digo los peores versos en el sentido que son fáciles de comprender, porque su poesía profunda y espiritual quedó casi indescifrada por mucho tiempo. Fue esa la poesía que le valió el Nobel, pero que en Chile se leía solo en herméticos círculos literarios de otros poetas que intentaban entender sus versos.
En las últimas décadas ha ocurrido un fenómeno de rescate de la figura de Mistral, ya no solo como poeta, sino que, como una mujer queer o lesbiana, como una feminista y una mujer tremendamente adelantada a su época. Yo debo confesar que la figura de Mistral me produce muchas emociones y por razones más personales. Ya adulta, habiendo conocido a mi padre a los 15 años y a mi familia de La Serena en mis 20, en uno de esos viajes fue que la mujer de mi papá, al enterarse de que yo intentaba escribir, me dijo: “lo que se hereda no se hurta”. Yo pensé que hablaba de mi padre y madre, ambos periodistas, pero no, me estaba hablando de mi tía bisabuela, Lucila Godoy Alcayaga. Fue entonces que supe que mi abuelo era Mercado Alcayaga, algo que confirmé en 2019, en el velorio de mi padre cuando en el registro de firmas aparecieron tres Alcayagas. Para mi fortuna o falta de ella, no heredé el don de la poesía, por tanto, nunca he sentido el peso de su legado literario. Nadie, absolutamente nadie podría compararse a la gran obra de la Mistral, que es mucho más que su poesía. Su prosa es tan buena como sus versos. Sus cartas, sus ensayos son magistrales. Mi tía Lucila fue una mujer adelantada en 100 años, al menos, a su época. Daré aquí un ejemplo de aquello. En 1946, poco después de ganar el Nobel fue invitada a Barnard College en Nueva York y allí dio un discurso donde habló de la xenofobia, al hablar “del «odio y del miedo a las cosas y a las personas distintas de uno mismo». Si eso no es ser adelantada a su época, no sé qué es.
Mistral era una feminista en una época en que serlo era mucho más difícil que hoy, fue una mujer lesbiana en un tiempo en aquello era no solo mal visto, sino que inconcebible en una persona respetable y más siendo una figura pública. No es de extrañar que Mistral haya vivido fuera de Chile la mayor parte de su vida, porque el Chile de la primera mitad del siglo XX era un país provinciano, machista, pobre y más desigual de lo que es hoy. Esta personalidad adelantada a su época es destacada por la escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara en su libro Gabriela Mistral, rebelde magnífica (1962). La autora, quien conoció a Mistral señaló que: «Admiré a Gabriela por su inteligencia y espíritu revolucionario […], la defendí por su valentía y me maravillé por su temperamento indómito, franco, progresista y sensible»(https://www.contratapa.uy/Archivo/Amor-y-obsesion-en-las-cartas-de-Gabriela-Mistral-a-Doris-Dana-uc453). Sin embargo, esta no fue la imagen de Mistral que perduró en el tiempo. Esto se explica en parte porque en los años de dictadura se utilizó la imagen de Mistral como la profesora abnegada y se silenció por completo este elemento que Ladrón de Guevara describe como rebelde.
A treinta y cinco años del regreso a la democracia, Mistral y su obra están pasando por un gran momento. No puedo describir la gran felicidad que me produjo ver en una librería muy conocida de Santiago en septiembre de este año la obra poética completa de Mistral por menos de 10 mil pesos y en el centro de la librería, en la mesa donde están los libros que más se venden.
En el área académica también ha habido una nueva ola de interpretaciones nuevas y frescas de su obra y no solo por el tema queer,aunque es innegable que ese ha sido un factor relevante. En 2007 la albacea de la obra de Mistral llegó a un acuerdo con la Biblioteca Nacional para que sus cartas, manuscritos y objetos personales llegaran a Chile. Esto generó un nuevo interés por todo este material inédito de Mistral, lo que ha producido nuevas obras e interpretaciones. Sus cartas de amor con Doris Dana, el amor de su vida, han sido materia de estudio en los últimos quince años, lo que se ha materializado en libros como Doris, vida mía. Cartas (2021), edición de Daniela Schütte González.
Su obra poética también ha sido objeto de estudios novedosos como es el caso de Magda Sepúlveda, entrevistada por este medio (link) sobre uno de sus libros acerca la obra de Mistral, Somos los andinos que fuimos (2018). En este libro, Sepúlveda analiza los poemas de Gabriela con dos enfoques: la significación de la región andina y la revalorización de la madre soltera del siglo XX.
La más reciente obra sobre Mistral es la novela de la historiadora Patricia Cerda, titulada Lucila (2024). Esta novela histórica narra el último viaje de la poeta a su natal Valle del Elqui, un viaje que se convierte en un vínculo nostálgico con su vida. La obra ha tenido buena crítica, destacando que Lucila es un homenaje a la mujer detrás del nombre, a la esencia de una poeta que trasciende las fronteras del tiempo y del alma histórica de Chile. Patricia Cerda reconstruye la vida de Mistral con un talento único y rigurosidad de historiadora (https://www.mgmistral.gob.cl/cartelera/lanzamiento-novela-lucila-de-patricia-cerda). Así es en la literatura, una gran obra es inmortal y no cabe duda que a 68 años de la muerte de mi tía Lucila, de nuestra Gabriel Mistral, su obra está más viva que nunca, pero también esa rebeldía que destacaba Ladrón de Guevara, ese inconformismo que la llevó a hablar de xenofobia en Nueva York en los años 40, su solidaridad como escritora y mujer con María Carolina Geel, que la llevó a escribirle a Ibáñez del Campo para que indultara a la escritora que había asesinado a su pareja, lo que aparece retratado en la última película de Maite Alberdi, El lugar de la otra, objeto de mi última reseña (link). No hay duda de que Mistral fue una mujer excepcional, y que hoy la estamos rescatando en su significancia, en todas sus dimensiones. Así es que no sea de los que solo conocen a Mistral por el billete de 5 mil pesos, sea de los que conocen sus ideas y sus poemas. Sea de esos chilen@s que se nos hincha el pecho por el orgullo de haber tenido una mujer extraordinaria como prócer, como ejemplo a seguir: sea rebelde, no sea conformista. Ese es el gran legado de Mistral a los 68 años de su partida.
1 comentario en “Reflexiones a 68 años de la muerte de una mujer excepcional”
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