Dos libros sobre escritoras nortinas para estas vacaciones

En esta crónica, Mercado-Harvey les recomienda dos lecturas para las vacaciones: la crónica Letras torcidas. Un perfil de Mariana Callejas del periodista Juan Cristóbal Peña, publicado en octubre del año recién pasado por la editorial de la UDP y la novela Lucila (2024) de Patricia Cerda. Ambos son libros no solo informativos, sino que atrapan y se leen de una sentada; una crónica que parece novela y una novela que parece crónica.

A.C. Mercado-Harvey

La semana pasada le recomendé dos series españolas de Netflix, esta semana le recomiendo dos libros que superan y entretienen más que cualquier serie. Nuestras letras han dado de todo: sublime, muy bueno, bueno, mediocre y malo. Los libros que tengo que recomendarle para estas vacaciones es sobre dos escritoras nortinas que son polos opuestos: una brillante, otra mediocre. Ambas bien ameritan películas por sus singulares vidas. Tanto Gabriela Mistral como Mariana Callejas eran del Valle del Elqui, pero no podían ser más opuestas: una, la mejor poeta de América Latina, generosa hasta la médula, brillante como pocas; la otra, narcisista, oportunista, calculadora, nada de tonta, pero mediocre como escritora. Voy a partir en orden cronológico, es decir, por orden de publicación.

El primer libro que les voy a recomendar es Letras torcidas. Un perfil de Mariana Callejas del periodista Juan Cristóbal Peña, publicado en octubre del año recién pasado por la editorial de la UDP. Este cronista, ya conocido por sus libros anteriores sobre Palma Salamanca del Frente Patriótico (Jóvenes pistoleros, 2019), sobre Pinochet (La secreta vida literaria de Pinochet, 2013), entre otros, es uno de los mejores en este género. Esta obra tiene además el plus de haber sido editada por la grandísima cronista argentina Leila Guerriero, una de las mejores, si no la mejor cronista latinoamericana. La crónica logra lo mismo de las mejores en este género: que la historia contada se lea como una novela. La narración de Peña es ágil, entretenida e informativa. El autor lleva más de una década escribiendo sobre la figura de Callejas, a quien conoció y entrevistó en más de una ocasión. Mucho de este trabajo fue apareciendo a través de los años en CIPER Chile y Mónica González tuvo que ver en este trabajo de Peña, como él mismo señala en los agradecimientos.

Esta crónica requirió una enorme investigación, a cargo de Peña, pero con un equipo detrás. Para el libro no solo tuvo que trazar casos judiciales, sino que encontrar al hijo mayor de Callejas que vive en Estados Unidos, único que estuvo dispuesto a hablar con el periodista. El mérito del libro no es solo contar una historia bastante conocida por la prensa, en particular por los que crecimos en dictadura, sino que en vez de caricaturizar a Callejas, como lo han hecho Nona Fernández, en su obra teatral El taller (2012) o “glamourizar” como hace hasta cierto punto la serie de televisión Mary & Mike de CHV (2018), la obra de Peña nos muestra un retrato que parece mucho más real porque el periodista deja revelarse a un personaje complejo, lleno de contradicciones, a la narcisista, a la madre, a la esposa y a la escritora mediocre que el sistema intentó encumbrar con premios de concursos más que arreglados por Enrique Lafourcade. Igualmente, le recomiendo la miniserie de CHV que está disponible en HBO Max. Las producciones de Andrés Wood no bajan en calidad y las actuaciones son buenísimas, con un gran elenco.

Peña logra llegar a fondo en la psicología enfermiza de una mujer a la que no le importó ser cómplice y hasta partícipe en crímenes (como el asesinato de Prats) con tal de tener una vida cómoda y dedicarse a lo que realmente le importaba: la literatura. Como sentencia Peña: “Mariana Callejas tenía una personalidad retorcida, intrincada. El peritaje psiquiátrico encargado por la justicia chilena a comienzos de los noventa dice que “presenta una estructura anómala de personalidad con rasgos predominantementes (sic) del tipo de los necesitados de estimación”. Si algo necesitaba a comienzos de los ochenta, además de seguridad y dinero, era estima por su escritura” (216).

Si bien Callejas apenas estuvo presa unos meses, recibió un castigo ejemplar donde más le dolió: el completo olvido de sus letras. Por mi trabajo he tenido que leerme la obra completa de Callejas y puedo decir con propiedad que, sin tener nada que ver con la política, sus cuentos no merecían ni un premio de barrio. Algunos de ellos son menos malos y su novela, aunque es una copia de Pedro Páramo, tiene algunos méritos narrativos, pero está lejos de ser una obra que mereciera trascender en el tiempo. El dicho “por donde pecas pagas” no podría haberle quedado mejor a Callejas. Sus textos quedarán para siempre sepultados en el olvido, cual sentencia de sus horribles crímenes, tal como fue el asesinato de Carlos Prats y su mujer.

El segundo libro que le voy a recomendar para estas vacaciones de verano es Lucila de Patricia Cerda, historiadora y novelista. Cerda, ya conocida por sus novelas históricas como Mestiza (2016), Rugendas (2016), Bajo la Cruz del Sur (2020) y Ercilla (2023), despliega sus capacidades narrativas en una novela que se centra en el último viaje de Gabriela Mistral a Chile a mediados de los 50. Tal como el libro de Peña está muy bien documentado y Cerda nos aproxima muy bien a la mujer detrás de la Premio Nobel. En vez de irse por el lado más sensacionalista y hablar de los amores femeninos de Lucila, Cerda se va por retratar a la mujer intelectual y extraordinaria que fue. En las páginas se palpa el compromiso irrestricto con la educación, con la lucha por la igualdad de las mujeres, el amor por su tierra y por su hijo Yin Yin.

La novela de Cerda hace lo inverso de la de Peña: es una novela que parece crónica. Se siente real, uno parece acercarse a la figura de Lucila, más allá de Mistral. No hay duda de las dotes narrativas de Cerda, una de las pocas novelistas chilenas que se ha especializado en la novela histórica. Una rareza no solo por eso, sino porque son pocos los historiadores profesionales que logran escribir ficción histórica. La razón es simple: por su entrenamiento profesional están amarrados a las fuentes y les está prohibido imaginar lo que no está documentado. El narrador de ficción hace todo lo contrario. Cerda logra utilizar su capacidad de investigación para encontrar los datos que necesita y juntarlos a la imaginación que dan vida a sus personajes.

Lucila ha sido un éxito total de ventas, al punto que cuando compré la novela, a mediados de enero, me llevé la última copia que había en Santiago. Según los libreros, les llegaron pocas copias, asunto que será remediado pronto, debido al éxito de la novela. En cuanto a la crónica de Peña está disponible en varias librerías de Santiago y posiblemente en la Librería Antártica de Machalí, mismo lugar donde podrá encontrar la novela de Cerda cuando lleguen nuevas copias.

Es particularmente interesante que una figura tan pública como Gabriela Mistral sea tan desconocida para l@s chilen@s. Eso queda muy bien explicado en la novela de Cerda: Lucila fue muy recelosa con su vida privada y vivió fuera de Chile, en parte, porque quería mantenerse alejada de las intrigas que se urdieron en su contra. Si algo queda claro en la novela es la mezquindad del mundillo literario chileno. Poco ha cambiado desde entonces, pero lo que vivió Lucila fue peor al ser la mujer brillante que fue en una época en que eso era una rareza. No porque no hubiera mujeres inteligentes, sino por la falta de oportunidades para su desarrollo. Poetas como Huidobro y Neruda quedan bastante mal parados en esta novela, lo cual no es muy sorprendente para quienes conocemos la biografía y obra de ambos. Como comenté en una crónica sobre la conmemoración del fallecimiento de Mistral, es lindo ver cómo se ha rescatado la figura de esta mujer a la que le debemos tanto todas las chilenas que hoy tenemos derecho a voto, que podemos ir a la universidad y hasta tener una pensión igual a la de los hombres (gracias a la reforma que acaba de pasar en el Congreso a instancias del gobierno de Boric). Ya la obra literaria de Mistral ha quedado de forma inmortal para muchas generaciones en el futuro. Lo que hoy estamos aprendiendo de Mistral es el ejemplo que nos dio, la lucha que dio por la educación, nuestra herencia indígena, nuestra libertad de pensamiento y de preferencia sexual. Tantos regalos nos dejaron Lucila/Gabriela. A mí personalmente me dejó una gotita de genes, pero a tod@s nos dejó sus letras y sus acciones. Por eso, no se pierda esta excelente novela. Ya está avisad@, para estos días soleados, tal vez de vacaciones en la playita o frente a un lago, llévese estos libros que le ilustrarán lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, a través de una crónica que parece novela y una novela que parece crónica. Son libros no solo informativos, pero que atrapan y se leen de una sentada.

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