Por Edison Ortiz
Luego de las polémicas declaraciones de la presidenciable de RN-UDI, dichas nada menos que en una radioemisora, Agricultura, que siempre justificó el golpe de 1973, se encendió la polémica y salió todo el mundo a darle como bombo en fiesta. Desde la centro izquierda aquello es de perogrullo y casi un ritual, en particular si quienes lo dicen son figuras que irán a las primarias como Carolina Tohá, Gonzalo Winter, Paulina Vodanovic o Jeannette Jara, hijos de figuras asesinadas por el golpe o militantes de partidos que sufrieron las consecuencias de esa tragedia. Un momento cúmine para una buena nota de prensa o una cuña en televisión.
Me correspondió coordinar la investigación del Minagri sobre esa fecha (Historias, memoria rural y futuro. A 50 años del Golpe de Estado, Fucoa, 2023) y en ella se refutan por sí mismas varias de las declaraciones que hizo la presidenciable UDI sobre el golpe de estado, en que falleció el presidente en ejercicio. “Era necesario. Si no íbamos derechito a Cuba”, señaló la precandidata, cuando todos sabemos que Salvador Allende hizo todo lo posible, incluso hasta el final, para evitar la tragedia y se había dispuesto incluso a realizar un plebiscito que, curiosamente, se anunciaría el 11 de septiembre, evento en el que su entorno asumía que se iba a perder, pero se salvaría la democracia. Empero el golpismo no quería plebiscito, sino su derrocamiento y actuó en consecuencia.

Crédito: fucoa.cl
En esa misma investigación se manifiesta que los propios informes internos de las Fuerzas Armadas y de Orden (C.O.FF. AA) señalaban que hacia el día 13 de septiembre el control del país por parte de las fuerzas que se levantaron contra la democracia era total. Así lo constataban las propias autoridades militares ese día cuando reiteraban que el “control era completo, produciéndose una paulatina normalización de las actividades comerciales, industriales, bancarias, estudiantiles, y de la administración que a fines de ese mes es total” (Estado de situación del país N° 4, del día 14 de septiembre de 1973, Ministerio de Defensa Nacional, Junta Militar de Gobierno, C.O.FF.AA.). Por lo tanto, las palabras de Matthei, en relación con que “en 1973 y 1974, era bien inevitable que hubiese muertos, porque estábamos en una guerra civil” son refutadas por los propios órganos castrenses que habían tomado el control del país.
Lo que hubo de ahí en adelante fue revanchismo, venganza, como sucedió especialmente en el campo en que el desquite con los campesinos, especialmente de parte de los dueños de fundo, que alentaban en especial a carabineros en el sur, fue desde la venganza por una patada en un partido de fútbol, como sucedió con un joven en Paine; por estar sindicalizándose como ocurrió con las bestiales matanzas de Mulchén o por la envidia ocasionada por lo que habían alcanzado los campesinos organizados como pasó en la Hacienda Rupanco o en el complejo maderero Panguipulli.
La caravana de la muerte y la orgía criminal que la acompañó, como se sabe, no estuvo dirigida a sembrar terror en los partidarios de la Unidad Popular sino en las propias huestes militares en las que ya varios uniformados con rango, oficiales y conscriptos habían dado muestras de no compartir las brutales decisiones que se estaban tomando sobre ejecuciones y torturas masivas, pagando algunos de ellos caro su valentía. El paso de Arellano Stark fue nada más que eso: esto les pasará a ustedes si se salen de la fila.
Lo que la evidencia indica que sucedió luego del 11, con el control absoluto por parte de las Fuerzas Armadas y de orden, es sencillamente bestialidad, a veces dirigida por civiles, como sucedió en el campo chileno, en que se despertaron demonios al calor de un régimen brutal y que terminaron casi en un exterminio de la izquierda chilena y de la dirigencia campesina.
Ese escenario, cuya evidencia empírica -que a estas alturas, parece ya no importar mucho- refuta por sí misma las declaraciones de una presidenciable que está en aprietos. Y en su desesperación por captar un votante de extrema derecha a quien no convencen razones y de quien la adhesión se le ha escapado de sus manos recurre a manifestar una brutalidad que en cualquier país habría tenido como consecuencia sacarla de inmediato de carrera. Pero estamos en Chile, donde esas barbaridades ya se están normalizando. Es el intento de apropiarse del discurso del diputado Kaiser, de quien recuerdo que en su canal de Youtube, entrevistando en el contexto de la presidencial de 2021 a José Kast, manifestó que los muertos del 11 estaban bien muertos y se habían merecido con creces su tragedia. Y la postulante Matthei elige como escenario para sus dichos una radio en la que esos discursos negacionistas siempre son bien recibidos.

De allí el valor durante esta semana del gesto de dirigentes de Evopoli, en particular de Hernán Larraín Matte, Gloria Hutt, Ignacio Briones y Cristián Bellolio, quienes le salieron al paso a Matthei cuando el sábado pasado rememoraron la famosa declaración que hicieron con motivo de los 40 años del golpe de estado, en la que expresaron que “asumimos la responsabilidad de defender la democracia siempre. No hay justificación para el golpe ni para sus dolorosas consecuencias humanas. Ayer, hoy y siempre” (“A 40 años del golpe: una declaración generacional”). Gloria Hutt, a su vez, en el contexto de los 50 años reiteró que el golpe era evitable y la tragedia también. El ex ministro de Hacienda, Ignacio Briones, dijo que “fui firmante y co-promotor de esa declaración cuyo contenido, naturalmente, sigo refrendando”. Cristián Bellolio, hoy académico, manifestó que “Evópoli hace lo correcto al distanciarse de la posición de Matthei sobre el golpe”. En medio de un escenario político en el que casi todos los actores parecieran haber perdido el sentido común, vale la pena reconocer el gesto de Evopoli que, de alguna manera, acalló las aguas golpistas que cada cierto tiempo reaparecen en la derecha chilena y marcó un punto de inflexión en el debate. Nobleza obliga.
Foto de portada: Crédito Jonnatan Oyarzun/ATON, CHILE.